A usted, lo invitamos a que replantee prácticas.
Bajo la muletilla del “es que no me demoro” y protegido por la ineficacia de la autoridad, porque es fácil ver infractores, pero casi imposible encontrar guardas, y porque el carro de las fotomultas solo descubrió en El Poblado 102 faltas de parqueo en 210 días el año pasado, usted también arma el caos.
Siente que está libre de cumplir una norma tan elocuente e inequívoca como la de prohibido parquear. Siente que su hambre, su mandado, su expresión religiosa, le dan derechos sobre los demás usuarios de la vía y, en consecuencia, estorba, retrasa y genera riesgo de accidentalidad.
Dueño, solo por la fuerza, de la 9, de la 10, de la 43C, de la 43A en La Gruta, convierte la precaria movilidad en embudos. Con acierto lo dice Iván Sarmiento en esta edición (leer páginas 6 y 7), “tenemos derecho a movernos, pero no a apropiarnos de espacios, ni siquiera por haber pagado impuestos. La movilidad de todos la afecta una minoría”.
Del caos de movilidad suelen acusar al transporte público, a la construcción de obras, a mantenimientos hechos en horarios impertinentes y a la desactualización vial, y no faltan razones. Pero en ese caos usted agrega su cuota.
Una cuota con corresponsables: las autoridades y su ineficiencia, y un sector del comercio, bajo el argumento de estar generando empleo, pagando impuestos y saliendo adelante; comercio que se permitió, y se lo permitieron con la suspensión del trámite de licencia de funcionamiento, montar negocios contando con la calle como extensión de la actividad individual. Círculo vicioso que revela una distribución injusta entre derechos e ingresos frente a otros comerciantes, que sí invierten en dotarse con parqueaderos.
Usted, del “es que no me demoro”, de las luces que prenden y apagan, pero que usted asume como patente contra la prohibición, ya es tiempo que replantee su concepto de convivencia.