Una puerta en medio del mar

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Una puerta en medio del mar por la que no hay que pasar y no aísla nada, pero marca las líneas de la inmigración y simboliza las puertas cerradas que los inmigrantes esperan abrir


Por Saúl Álvarez Lara

Cuando Santiago Vélez llegó para estudiar en la Universidad de Barcelona una Maestría en Producción e Investigación Artística, hace poco más de dos años, no esperaba encontrar en las calles de la Ciudad Condal la multitud de inmigrantes que intimidados por la separación de sus raíces intentaba disimularse lo mejor posible en los vericuetos de las calles o en los extramuros. Era posible que en el mismo momento en que Santiago desembarcaba en el aeropuerto de El Prat, cientos, seguramente miles de inmigrantes que huyen de la guerra, la destrucción o el hambre, perseguidos por fanáticos enardecidos o mafiosos del transporte, se encontrarán en altamar con solo un neumático de motocicleta por equipaje y tabla de salvación. En caso de naufragio estos hombres, mujeres y niños se pierden en el Mediterráneo; si son rescatados y después depositados en tierra firme, continúan su odisea en medio del miedo, la soledad y la indiferencia.

La situación actual no es el epílogo de esta diáspora que va por el medio siglo y el Mediterráneo, que ya no es punto de encuentro, se convirtió en frontera. Impresionado por la situación Santiago empezó a preguntar. Pronto se encontró con que el mar ejerce la función de frontera casi siempre insalvable. Desde los inicios de su carrera como artista plástico, el agua, el elemento maleable por excelencia, había sido el centro de sus trabajos. El agua que fue reflejo, corriente, desborde, olvido, objeto, disolución, estanque en obras anteriores, era, en ese momento, frontera, náufragos, desarraigo. Una confirmación de su versatilidad. Santiago Vélez se dedicó a investigar en cuanto lugar fue posible el origen de la fragmentación que llevaba a esos miles de personas de todas las edades a lanzarse al mar en busca de la casualidad que acaso les permitiera malvivir en la otra “rivera”, el título de una de sus obras.

Santiago Vélez
Una de las virtudes del agua es devolver el reflejo de lo que tiene en frente. Narciso es el ejemplo y origen de uno de sus primeros trabajos: paisajes impresos sobre espejos tratados con resinas que simulan el líquido y devuelven la figura del espectador. Allí está el encanto, la atracción del líquido precioso. Seguramente la posibilidad de verse y sentirse abrazado es suficiente imán para dejarse llevar, a pesar de que llegado el momento, todos lo saben, el atractivo se convierte en frontera infranqueable. Puerta cerrada en medio de la inmensidad.

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Es posible que sus reflexiones lo llevaran por esos parajes; lo que sí es seguro es que multitud de artículos de prensa lo remitieron a la situación actual después de veinte o treinta años de haber sido publicados. Titulares de prensa como: “El mar que se convirtió en frontera”, “Poner puertas al mar”, “La frontera de cristal” tomaron poco a poco forma e imagen.

El primer trabajo que realizó en relación con los inmigrantes en el mar Mediterráneo tuvo como elemento central neumáticos que, inflados con aire cumplen la función de salvavidas, pero llenos de cemento sólido se convierten en trampas mortales. Es la metáfora de la salvación que arrastra hacia el fondo del mar. Luego decidió buscar los inmigrantes y quienes estaban en contacto con ellos, quienes los ayudaban. Encontró videos de Médicos sin Fronteras en operaciones de rescate y construyó una narración a partir de los audios de esos videos, desde el momento en que saben dónde están, cómo se acercan a ellos, cómo les dicen que los van a rescatar, cómo los calman, cómo los suben al barco de rescate y como les entregan la manta térmica, primer contacto con el nuevo mundo y centro de esta parte de la obra de Santiago.

Y luego vinieron las puertas. Las construyó con material reciclado, con piezas que fueran próximas a la vida de los inmigrantes. Cada pieza de la plancha de flotación que lleva la puerta corresponde a la cultura y al lugar de origen de los inmigrantes que representa. Las canecas que servirían de flotadores en la puerta que flotó en el Mediterráneo se las compró a unos africanos, lo mismo que la puerta y los tablones y las cuerdas. Lo mismo hizo cuando vino a Turbo donde la situación de los inmigrantes africanos, cubanos, chinos, de paso hacia Estados Unidos es la misma que la de los inmigrantes africanos o sirios en el Mediterráneo. Con las puertas en altamar Santiago pone en evidencia un símbolo de aislamiento, de fragmentación. Una puerta en medio del mar por la que no hay que pasar y no aísla nada, pero marca las líneas de la inmigración y simboliza las puertas cerradas que los inmigrantes esperan abrir. Sin embargo, si no naufragan en altamar, es posible que naufraguen en una selva peor, más cruel; una selva de soledad y con el mundo en contra.
El trabajo de Santiago Vélez es un proceso que se mueve por el mundo entero, espera tener sus puertas navegando en el Pacífico frente al muro entre California y México o en el estrecho de la Florida entre Cuba y Miami, en cada caso todos los elementos corresponderán a la cultura del inmigrante.

Estas puertas en medio del mar son una mínima muestra de la obra de Santiago Vélez, un artista joven que mantiene su trabajo en proceso permanente porque el agua es fundamental en el devenir de los seres humanos. Santiago Vélez expone Los límites del mar en la Galería de la Oficina, Calle 10 No. 40-37, hasta finales de septiembre.
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