La emoción de Antonio (padre) y Daniel Mendivil (hijo) era evidente el pasado viernes, 9 de agosto. Ese día, inauguraron una planta de alta velocidad en Guarne para la producción de Spunlace, una tela que tiene varios usos (para artículos de hogar o limpieza; los pañitos húmedos son un ejemplo) y se ha vuelto fundamental en la vida de la gente.
Por la velocidad de su maquinaria y sus procesos, ya puede producir alrededor de 10.000 toneladas de tela no tejida en rollo al año. Esto cambiará la historia del mercado, ya que, hasta ahora, este material era importado desde Asia. Se calcula que en Suramérica se consumen alrededor de 40.000 toneladas de esta tela al año.
El hecho de que en Guarne se produzca una parte importante de este porcentaje facilita los costos, la logística y cambia el mapa textil. Esta historia comenzó años atrás, más exactamente en el 2004, año en el que nació Quimicolor, la planta que da vida a esta tela.
Con la valentía que demuestra al hablar, Antonio Mendivil compró todas las acciones y asumió la propiedad absoluta. En el 2009, la constancia, el entusiasmo y la confianza en el poder de la tecnología trajeron novedad: la empresa había crecido un 120 %.
Con la pandemia llegó otra claridad: el deseo de tener más independencia. Y es que en ese entonces, ante el cierre de los mercados y el foco de la producción en Asia, las empresas locales se enfrentaron a la escasez y a ritmos lentos.
Esto lo llevó a pensar en una producción propia, en otras posibilidades. Sobre lo que viene, dice: “Quiero ir más allá. Sueño con que mis empleados tengan la misma salud que yo. Quiero que las personas estén aquí no solo por un salario. Quiero que crean en el proyecto, que se sientan motivados cuando madruguen para venir a trabajar”. También describe un poco lo que ha sido su camino empresarial: “Dar, seguir, caer, levantarse. Suena cliché, pero es cierto”.