Fue una campaña abrumada por las artimañas, atropellada por el vandalismo y de debate con muchos puntos flacos. También cuestionada por la MOE e investigada por el CNE y la Procuraduría. En ese escenario perdemos todos.
Vallas con publicidad política que fueron desaparecidas, destruidas o ridiculizadas con aerosol. Pasacalles y volantes que presentaban alianzas entre políticos que en la escena pública estos nunca ratificaron como verdaderas.
La advertencia de la Misión de Observación Electoral, MOE, sobre la financiación de campañas, que en su mayoría “no alcanza a pagarse con los dineros de la reposición de votos” y que conlleva el riesgo de “pago de favores por medio de contratación”.
Y más: el festival de fakenews y de chismes de corrillo en cadenas de Whatsapp. La violación de la privacidad mediante el envío de mensajes de texto a teléfonos para inducir al voto. O la participación en el debate de candidatos desconectados de realidades… de todo ocurrió en la campaña a la Alcaldía de Medellín, con gravedad expresada en diversos niveles, que cerró este domingo 27 de octubre con la elección de Daniel Quintero Calle.
Por el bien de la ciudad, ojalá que quienes diseñaron y materializaron esas “estrategias” nunca logren cercanía con el poder público. Como sociedad tenemos que erradicar la creencia de que “todo vale”.
Y, como si no fuera ya suficiente, el Consejo Nacional Electoral abrió investigación contra el candidato Santiago Gómez por la presunta realización de propaganda electoral por fuera de los plazos, mientras la Procuraduría busca establecer si hubo presiones para que contratistas del Municipio participaran en actividades de ese mismo candidato y si el alcalde Federico Gutiérrez y otros funcionarios incurrieron en proselitismo.
Fue una campaña, además de abrumada por el exceso de artimañas, atropellada por el vandalismo y, aunque es cierto que la destrucción de material publicitario se ha presentado en otros procesos, eso no sirve de excusa ni de consuelo. Por eso el ruego para que quienes diseñaron esas “estrategias” y quienes las materializaron nunca logren cercanía con el poder público, además la urgencia de que las autoridades atinen a poner en orden y con la oportunidad debida el respeto de la Ley. Como sociedad tenemos que erradicar la creencia de que “todo vale”.
La ciudad ya venía agobiada por la violencia y la delincuencia, acosada por la contaminación y la congestión, angustiada por la carencia de empleo, la informalidad y la desigualdad. Ya Medellín presentaba problemas de estructura y de envergadura y poco hacía falta la campaña sucia por el poder. Pueden quedar abiertas heridas para futuros procesos democráticos y en ese escenario todos resultamos perdedores.