Una CSA y mi experiencia en ella

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Cómo una CSA ayuda a que las familias campesinas minimicen el riesgo y construyan relaciones de confianza.

¿De qué color es tu canasta? ¿Qué distintivo le pusiste? ¿Viste el pepino de agua? ¿Ensayaste la receta de la arepa de yuca? Estas son las preguntas que se hacen los integrantes de la primera Comunidad que sustenta la agricultura (CSA, por sus siglas) que se desarrolla en la Universidad EAFIT y que recibe semanalmente las canastas con productos agroecológicos de Tierra Yai (@tierrayai en IG), una finca de El Santuario.

Una CSA es un grupo de familias citadinas que financia el cultivo agroecológico de una familia campesina, la cual ofrece cada semana una cesta agroecológica. Está compuesta por una familia agricultora y varias familias coagricultoras. Este modelo es diferente al tradicional, porque busca que las familias campesinas minimicen el riesgo y construyan relaciones de confianza, que les permitan tener mayor calidad de vida; y que las familias de la ciudad tengan acceso a alimentos saludables, mientras reconocen el proceso que siguen los alimentos para llegar a su alacena. Las familias coagricultoras se suscriben por un tiempo específico, compran lo que la familia agricultora coseche e, incluso, colaboran con el análisis financiero, logística, entre otros. Dichas comunidades nacieron en la década del 60 en Japón, Alemania y Suiza, y alcanzaron su popularidad en Estados Unidos y Canadá en la década del 90.

Carolina Alzate conoció este modelo mientras adelantaba estudios en Brasil y se enamoró de él: “No he visto otro movimiento que sea tan eficiente para generar conciencia ciudadana y cambiar la realidad de agricultores en el campo. Fue amor a primera vista en Brasil, al ver cómo una comunidad podía encontrarse, generar lazos, construir cosas nuevas, integrarse, aliarse; familias diferentes se encontraban en un mismo lugar con una misma misión”. Ella e Isabel Cadavid crearon la primera CSA de la ciudad, llamada Agromandala, la cual aprovechó la capacidad instalada del cultivo de Isabel Cadavid, quien ya vendía canastas de hortalizas y verduras, pero en un modelo más abierto, sin suscripción. El inicio de la CSA Agromandala es descrito así por Isabel: “Caro me motivó, y en cuestión de una semana empezamos como con cinco personas; a los 15 días ya éramos 15 familias. Luego, haciendo más contactos, logramos ser 30 y en este momento somos 25” (https://www.agromandala.com.co/csa). Para Natalia Sanín, de Tierra Yai, ha sido muy interesante comenzar con la CSA de EAFIT, porque “nos permite tener flexibilidad con la diversidad de nuestros productos, pues nos ayuda a no tener que estar cosechando siempre lo mismo, ya que esa no es la forma de la naturaleza”. El futuro de las CSA en Colombia es prometedor, pues ya existen cinco CSA en la ciudad, y dos más en Bogotá, reunidas bajo la red de estas comunidades en Colombia. Sin embargo, Carolina afirma que el proceso es lento, pues implica escuchar, entender, tejer lazos de confianza, entre otros.

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ara mí, este es el futuro, pues es un proceso que demuestra que, cuando se crea comunidad alrededor de un propósito que genera bienestar, todo es más fácil, todo es más bello.

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