Una brillante fiesta de cardenales

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Con esta obra del francés Maurice Joron en nuestra portada, iniciamos un recorrido por la colección de arte del Museo El Castillo.

En 2021 el Museo El Castillo cumplió 50 años. En efecto, tras la trágica muerte de Diego Echavarría Misas en 1971, su esposa decidió donar la mansión, con su mobiliario, las obras de arte y todos los elementos decorativos que la familia había atesorado a lo largo de su vida.

Carlos Arturo Fernández
Por: Carlos Arturo Fernández

En el desarrollo de sus actividades, el Museo creó una escuela de formación artística, además de mantener una amplia agenda de actividades culturales y de exposiciones de creadores actuales. Si bien El Castillo ha ampliado de forma notable su colección de arte, se ha respetado la estructura original de la casa, tanto en la arquitectura como en la presentación de su colección. Por eso, las obras, el mobiliario y los objetos se descubren a medida que se recorren salas y habitaciones que, de cierta manera, han quedado detenidas en el tiempo: esa es, sin duda, una de las fuentes del encanto que transmite el Museo.
“La fiesta de los cardenales”, del pintor francés Maurice Joron (1883-1937) atrapa de inmediato la atención por la riqueza de su brillante colorido y por la presentación de un tema insólito, no exento de humor y de ironía. Pero, al mismo tiempo, esta pintura al óleo puede generar una serie de preguntas inquietantes y de difícil solución en el marco de las artes actuales: ¿Quién es su autor y por qué no aparece en las historias del arte del siglo XX? Resulta imposible dar una respuesta en este breve espacio, pero sí podemos detenernos frente a la obra y su contexto.

Maurice Joron fue apreciado en su tiempo como retratista de la alta sociedad y como pintor de escenas relacionadas con la Primera Guerra Mundial, en la cual participó como soldado y fue herido en la Batalla del Marne. Quizá a raíz de la crisis económica de los años 20 disminuye la demanda de retratos y, entre 1925 y 1928, Joron agrega a su obra la pintura de cuadros de cardenales, casi siempre tres, en reuniones festivas, en un ambiente de lujo versallesco.

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“La fiesta de los cardenales” del Museo El Castillo permite aproximarse a las estrategias y a la calidad de su pintura. El color rojo intenso, que posiblemente deriva de su admiración por Tiziano, nos obliga a acercarnos y, entonces, nos permite descubrir el tema que nos atrapa con su agudeza. Ahora descubrimos la precisión de los rostros y de las manos y la variedad de sus gestos. Ese es el centro de la obra donde se encuentra la sensación que el artista quiere transmitir.

Pero si nos demoramos un poco más frente al cuadro, nos damos cuenta de que Joron controla nuestra manera de mirar: alrededor de los tres cardenales todo son manchas y brochazos sueltos; si todo fuera trabajado con la minuciosidad y exactitud de los rostros, el cuadro sería estático; pero el tratamiento difuso del contexto nos lleva a centrar la mirada en lo que están viviendo los personajes. Joron es consciente de que crea esta escena para nuestra experiencia.

Tras una época en la cual se impuso de manera unilateral el arte de las Vanguardias, en las últimas décadas se asiste en todo el mundo a un renovado interés por el carácter polifacético de los procesos artísticos. Hoy podemos apreciar a muchos artistas que, como Maurice Joron, habían sido injustamente olvidados. Gracias a la donación de un amplio número de obras por parte de la hija del pintor, en la actualidad existe una sala permanente dedicada a Maurice Joron en el Museo de Bry-sur-Merne, en el área metropolitana de París, a pocos kilómetros del centro de la ciudad.

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