El tiempo se congeló y apareció de nuevo la misma sensación dejada por las tortas de cumpleaños, el dulce de mora y las brevas de mi abuelita en las tardes sin afán.
A principios de todo esto, el portero llamó para que bajara a la entrada del edificio. “Vea, vinieron a traerle algo”, dijo. Yo no esperaba nada. Una hora antes, en el chat de Valentina Bakery (una repostería que se adaptó al momento con recetas virtuales y asesorías) le había contestado una pregunta a un hombre interesado en hacer por primera vez un postre de leche asada o en francés: crème brûlée. Como agradecimiento, prometió traer uno hasta mi casa. Le di la dirección sin pensar ni hacerle mucho caso.
En esta ciudad (y no es queja) es común escuchar promesas. Y varias se quedan inmunes. Así que no pensé en recibir un postre esa tarde. Y menos de un desconocido. Cuando finalmente llegué a la portería, el hombre se bajó de la moto, se quitó el casco, sonrió y dijo: “me hiciste esperar tres veces más que a un Uber”. Finalmente me entregó un moldecito de cerámica color verde azulado y con tapa. Volví a mi casa, puse el regalo sobre la mesa del comedor, fui por la cuchara más pequeña, quebré el cristal de azúcar dorada y atravesé el líquido espeso de leche y azúcar.
El tiempo se congeló y apareció de nuevo la misma sensación dejada por las tortas de cumpleaños, el dulce de mora y las brevas de mi abuelita en las tardes sin afán. Así como las de fin de semana en estos meses de encierro obligado en las que muchos han vuelto a cocinar y a preparar tortas, postres o dulces.
Valentina Reyes, la dueña de la repostería que lleva su primer nombre, cuenta que a sus chats y programa de recetas se han inscrito más de tres mil personas para pedir consejos, cocinar juntas y sentirse mejor. Esa sensación de calma y satisfacción también quiere compartirla con sus clientes Marcel Goldstein, un ingeniero que hace 14 años dejó las máquinas para dedicarse a la cocina.
Las manzanas no caen muy lejos del árbol, dice un proverbio. En su casa y de la mano de Reny, su mamá, (una mujer reconocida por las recetas de ancestros judíos provenientes de Hungría, Alemania y con influencia de Oriente Medio) comenzó a interesarse por la repostería. Junto a su “amada”, Cristty, creó durante este tiempo una torta de zanahoria llamada Karotte que según ellos “no se parece a ninguna” y con la que busca llevar “amor y tranquilidad a sus clientes”.
Las historias de Valentina, Marcel y de otros más revelan que la repostería pasa por un momento distinto en Medellín y ahora muchos buscan en ella un rato de pausa o inspiración. Hace unos días le escribí al dueño del moldecito verde de cerámica para devolverlo. Dijo que solo me dará la dirección de su casa si aseguro entregarlo lleno.
Por: Adriana Cooper