Un Oriente accesible para todos

Las palabras “accesibilidad” e “inclusión” se han vuelto parte del paisaje. Casi todos los políticos las repiten en sus discursos, pero pocos las aplican en sus obras. De hecho, con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, parecen comenzar a pasar de moda. Sin embargo, su significado -relacionado con la posibilidad de que todas las personas puedan acceder y utilizar los entornos de manera autónoma, segura y cómoda- es fundamental para la vida en comunidad, especialmente en las nuevas ciudades que configuran el Oriente antioqueño.

Hoy, la mayoría de los municipios del Oriente antioqueño son, básicamente, inaccesibles. Una persona en silla de ruedas no puede avanzar más allá de un par de cuadras desde el parque principal. Las barreras arquitectónicas, los carros mal estacionados y las calles empedradas hacen que el desplazamiento fluido sea casi exclusivo de quienes caminan con facilidad o tienen un vehículo automotor.

Hace un par de años viví esas dificultades con mi familia, al usar el coche en el que llevábamos a Cristóbal, cuando era bebé. Ni El Retiro, ni La Ceja, ni Rionegro, ni El Carmen de Viboral -por citar algunos
casos- eran lugares accesibles. Cada media cuadra debíamos alzar el coche para superar algún obstáculo o arriesgarnos a caminar entre motos, carros y bicicletas.

Un pequeño ejercicio de empatía sería que los funcionarios públicos se subieran a una silla de ruedas e intentaran recorrer los edificios públicos y las calles de su municipio. Se darían cuenta de que no es suficiente tener un ascensor en el palacio municipal para sacar pecho y hablar de inclusión. La inclusión va más allá de rampas y ascensores que, a las malas, las administraciones públicas han tenido que considerar para evitar o acatar fallos de tutela.

El diseño universal accesible y la inclusión son, más bien, una actitud que busca hacer posibles entornos fáciles de usar para todos, incluyendo aquellas personas con alguna discapacidad. Espacios y políticas públicas que permitan la movilidad, la comunicación y la participación de todos.

Una rampa en vez de escaleras y una acera más amplia nos sirven a todos. O un sitio que ofrezca lengua de señas no nos perjudica. A veces pensamos que eso de la accesibilidad y la inclusión es un asunto por el que deben preocuparse solo pequeños grupos de interés, sin embargo, la verdad es que todos podemos hacer parte, hoy o mañana, de ese grupo de interés.

Aunque no lo parezca, todos estamos igual de cerca de tener algún tipo de discapacidad. Acaso, ¿alguien está libre de sufrir un accidente o una enfermedad que le impida movilizarse o comunicarse bajo los
actuales estándares?

Es hora de actuar y fijarnos una meta común: construir un Oriente antioqueño verdaderamente accesible para todos. Cada publicación, cada comentario y cada acción cuentan para que la inclusión no sea solo un discurso electoral, sino una realidad palpable.

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