En medio de la grave crisis sanitaria generada por la pandemia, un gobernante que no entiende ni ejerce la responsabilidad de la comunicación pública solo genera desconcierto y desesperanza.
Zygmunt Bauman, el sociólogo polaco que murió hace cuatro años, describió la sociedad moderna como un mundo inestable y carente de valores duraderos. Acuñó el término de “la modernidad líquida”, para describir esa forma de organización social en la que todo es fugaz, incompleto, indefinido.
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Bauman, tan vigente, tan presente, tan cercano a la “verdad líquida” que estamos viviendo en Medellín. Hubo una época en la que la información oficial era sinónimo de certeza. Según la RAE, “oficial”, en una de sus acepciones, significa: “Reconocido por quien puede hacerlo de manera autorizada”. La ciudadanía, con el voto mayoritario, autoriza -temporalmente- a una persona para que ejerza la potestad de gobernar, y se supone que la información emanada de esa fuente es un ejercicio permanente y veraz de rendición de cuentas.
Ahora tenemos la penosa obligación de cazar verdades en un pajar de mentiras oficiales.
Pero resulta que ahora no solo nos corresponde filtrar y sopesar la avalancha de información que llega de todas las fuentes habidas y por haber, sino que tenemos la penosa obligación de cazar verdades en un pajar de mentiras oficiales. Se gobierna por Twitter, se ratifica en Facebook y se celebra en Instagram. Lo dijo Bauman: “Mucha gente usa las redes sociales no para unir, no para ampliar sus horizontes, sino al contrario, para encerrarse en lo que llamo zonas de confort, donde el único sonido que oyen es el eco de su voz, donde lo único que ven son los reflejos de su propia cara”.
En esta, la mayor crisis de la humanidad en los últimos 50 años, un gobernante “líquido”, que no entiende ni ejerce la responsabilidad de la comunicación pública, solo genera desconcierto y desesperanza. Ante el reclamo, la descalificación; ante los hechos y las evidencias, la generalización; ante los problemas, el estribillo ligero. Las voces diversas de miles de personas se agrupan en un solo enemigo inventado: un eslogan de tres letras, de fácil consumo para las masas.
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Por eso, frente al comportamiento líquido del gobierno local, los mensajes provenientes de organizaciones sociales y culturales, gremios, empresas y académicos que reclaman diálogo, análisis profundos y concertación, son, en este momento, la roca sólida sobre la que se está cimentando la ciudadanía. El más reciente pronunciamiento fue firmado por los rectores de las universidades públicas y privadas de la ciudad, el Grupo de los 8, que invitan, nuevamente, a la unidad: “Es indispensable garantizar la estabilidad de los procesos de ciudad, encontrar vías de concertación para impedir una crisis institucional, evitar la polarización y restituir la confianza. Es el momento para motivar y activar el diálogo con todas las voces representativas de la ciudad y aunar esfuerzos para no poner en riesgo lo que se ha alcanzado en materia social, económica y pública”. Bauman nos invita a no claudicar: “No hay otra alternativa que intentarlo, e intentarlo y volver a intentar”.