En julio de 2013, entre los habitantes de los alrededores de las antiguas bodegas del Ferrocarril de Antioquia, en Bello, corrieron rumores sobre alguien que estaba en las bodegas. “Dizque un artista”, fue el primero. “Como que va a comprar las bodegas”, fue el segundo. “Hay un gringo que compró la bodega del frente”, dijeron otros después. “No, no es un gringo, es un árabe”, creyeron confirmar al fin. “La gente se demoró cerca de un mes en hablarme”, nos contó Harold Ortiz, el sospechoso, quien sí es un artista, pero caleño, y definitivamente no va a comprar ninguna bodega. Durante doce meses vivió en este espacio abandonado que el entorno reclama, para crear su nueva exposición: Espacio Tiempo Portátil. Acababa de llegar de estudiar Artes en Nueva York…
Por diez años trabajó en el campo de la ilustración y la caricatura, pero luego se interesó por la creación de instalaciones artísticas producto de habitar un espacio e involucrarse en él. Con la idea de encontrar un lugar con gran contenido histórico propuso la experiencia de residencia Time-Bag, que busca convocar a artistas para reactivar lugares abandonados y deshabitados de la ciudad, en alianza con la Corporación Parque de Arte y Oficios (Coparte).
Narrativas de acero
Las viejas bodegas del Ferrocarril de Antioquia son el escenario donde se pueden apreciar sus obras pictóricas e instalaciones, como resultado de ver qué sucedía en él y hacer una investigación técnica y conceptual de los materiales con los que convivía. En este caso, el acero es el protagonista. “Representa con mayor certeza el progreso y lo que el hombre es capaz de construir”, dice Harold Ortiz. Lo entendió, estudió metalúrgica y exploró procesos químicos para construir sus narrativas. Encontró que lo que vemos como óxido es el proceso del acero tratando de volver a su estado natural de vida. “Me interesaron esas metáforas. Cómo nosotros percibimos decadencia o fin, sin entender realmente qué está pasando. Eso tiene interferencia en lo que consideramos tiene uso práctico o desuso práctico y eso pasa con este espacio: lo que no sirve y no funciona lo dejo atrás”. El artista espera que a partir de este proyecto se den más residencias y se den otros usos a este espacio.
El espacio tiempo personal
“Tal como lo hace la física, planteo el espacio y el tiempo unidos”, explica Harold sobre su obra. Nosotros concebimos el tiempo separado del espacio, que es el que nos da un orden y nos ayuda a vivir. Tú no solo habitas el momento que está sucediendo sino que también traes tu universo de contenido, por lo que esta bodega puede tener un tiempo distinto para cada persona. Me pregunto cómo traigo mi espacio tiempo portátil y habito el universo donde estoy”. Agrega que le parece curioso que las personas “relacionen tiempo con pasado y como este es vinculante con lo que hemos sido, lo rechazan. Se vuelve un impedimento para llegar donde queremos”.
En el Ferrocarril, además del pasado, se concibe el abandono. “En el abandono existe la violencia del olvido, y esta se da cuando el ser se da cuenta de que él ya no está ahí”.
Entre el detener y el dejar fluir
En una de las bodegas adecuó un taller donde pasó la mayor parte del tiempo. Allí hizo bocetos, dibujos, textos y planos y creó una poética para el entorno que por sí solo ya tiene una lectura inmodificable. Para las obras pictóricas que son sobre láminas de acero, utilizó fórmulas químicas para controlar la oxidación y las sometió a unas circunstancias del ambiente para lograr su intención estética, tonalidades y textura. “El juego está en cuándo aplicas, cuándo lavas y cuándo dejas”, revela. Cuando encontró la forma para conservar una imagen sobre el acero, decidió que detener el proceso de oxidación sería algo irreal, por lo que las obras se irán trasformando con el tiempo.
Objetos del entorno fueron intencionalmente removidos o dejados en su sitio original. Con ellos, Harold creó instalaciones que evocan relaciones de espacio y tiempo. Una de ellas es una torre construida con objetos que nadie quiso llevarse, como muebles, espumas, tejas y piedras. Puesta en el suelo representa lo que se quiere evadir y la misma torre exhibida de manera vertical hace visibles los recuerdos que nos constituyen, según Harold.
El lugar y su carácter
Mientras habitó las viejas bodegas, una vaca negra y grande lo corretió unas diez veces. Dice Harold que con el tiempo, el lugar se volvió más amable. No se adaptó al lugar, este se adaptó a él. Cuando llegó, lo sentía hostil y lejano, pesado y agotador. Allí, las grandes dimensiones hacen imperceptible cualquier cambio. “Aunque alrededor hay ruido y gente habitando, si no tienes determinación, el tiempo te traga. Aquí la vida va a otro ritmo. Se entra como a una especie de olvido”.