Grandes y valiosos movimientos sociales en el mundo entero han replanteado el papel tradicional que se le ha asignado a la mujer. ¿Y qué hay del papel tradicional que se le ha asignado al hombre? El artista Luis Carlos Correa, lector de Vivir en El Poblado, nos comparte su opinión e invita a sus congéneres a promover la creación de Círculos de Hombres, para hablar sobre la construcción de una nueva masculinidad.
Tengo la inmensa fortuna de haber nacido y crecido en un hogar lleno de afecto, en donde la manifestación de mis emociones desde niño no sólo fue respetada sino también valorada y fomentada. Pero, al salir al mundo, no tardé en entender que lo inculcado en casa no tenía mucho que ver con el status quo.
Afuera ser hombre es asumir roles muy específicos en nuestro día a día: es ser poderoso, proveedor; es arreglarlo todo, es ser fuerte, veloz, grande, ser invencible, ser un galán, ser competitivo, entre otros.
En el curso de mi vida tuve la oportunidad de intentar actuar algunos de estos roles. Nunca sentí que me representaran, pero este es el rollo de ser hombre: parece que no tienes más opción que encarnarlos.
Cada uno de estos roles exudan machismo, carisma y poder. Así diseñaron otros hombres antes que yo este mundo, esta deriva cultural, y no tardé mucho en darme cuenta de que yo no encajaba con ninguno.
He tratado de fingir que soy un hombre que no soy durante buena parte de mi vida: he pretendido ser fuerte mientras me he sentido vulnerable; he tenido que actuar con plena confianza, cuando muchas veces me he sentido completamente inseguro; he fingido ser duro, cuando en realidad estaba herido.
En general, había tenido que actuar como el mundo me exigía que debía ser un hombre y es agotador tratar de ser ese hombre para todo el mundo, todo el tiempo.
De niño traté de encajar en el juego con otros niños, que jugaban a medir fuerzas y destrozarlo todo y yo nunca fui así. Me pasaba las horas inmerso en los dibujos, el origami y los animalitos de plastilina. En muchos casos terminé jugando más a gusto con las niñas a las muñecas y juegos de roles familiares. Allí casi siempre era el marido de utilería, pero disfrutaba enormemente de los diálogos y ocurrencias fantásticas que surgían de sus mentes.
Como a miles de niños y niñas del mundo, afuera me enseñaron que lo femenino era lo opuesto a lo masculino, que como hombre tenía que rechazar cualquier cualidad femenina o ser rechazado yo mismo.
Obviamente, fui rechazado por el clan de pequeños hombrecitos, y luego fui tildado de santurrón por mis pares universitarios, porque yo no rechazaba desde mis entrañas todo lo que se pudiera catalogar como femenino.
De joven observé las tácticas y estrategias de conquista usadas por mis compañeros de colegio y universidad, en donde la mujer debía ser cosificada para ser usada y luego desechada, y así lograr subir escalafones en el ranking del más galán, el más perro, el más hombre. Sabía que era tóxico, sabía que estaba mal, me sabía rechazado por no seguir estos roles y necesitaba respuestas; yo nunca tuve el deseo de encajar en el modelo actual de masculinidad: roto, inmaduro, misógino, porque no solo quería ser un buen hombre, quería ser un buen humano.
Con pocos referentes masculinos a seguir en mis entornos cotidianos, busqué por mucho tiempo información diferente en cada religión que estudié, en cada libro leído, en cursos de PNL, de psicología gestáltica, en tomas de ayahuasca y seminarios de autoayuda, en disciplinas deportivas y grupos juveniles… Y siempre, en medio de cada uno de estos espacios de crecimiento humano y espiritual, mi percepción fue la misma: éramos en el grupo un par de hombres desubicados y el resto eran mujeres ahondando la emoción y el espíritu, y por mucho tiempo y por mi forma de ser sentí muy natural estar allí, nuevamente rodeado de la delicadeza, la intuición y las inquietudes e imaginarios de las mujeres. Pero, con el tiempo, la pregunta por el referente masculino emocional y espiritual volvió a flote.
Una tarde, hablando de todo esto con mi amigo Julian Tejada, quien a su vez había tenido un camino en contravía, lleno de recovecos y rincones culebreros, llegamos a esta pregunta: ¿Dónde están los hombres que sienten, que se vulneran, que se buscan a sí mismos y que intuíamos también estaban cansados de encajar?
Influenciados por el ejemplo de nuestras hermanas mujeres, que celebran en sus círculos la magia y el poder de ser mujeres, y se apoyan entre ellas y se paran en los hombros gigantes de las miles de mujeres que conforman sus linajes, se nos ocurrió la idea de hacer un Círculo de Hombres, por hombres y para hombres; solo hombres y nada más, para hablar de las cosas que nos pasan a los hombres, que nos cargan y nos duelen a los hombres.
Una noche de luna llena, hace poco más de un año, convocamos juntos al primer Círculo de Hombres, que se reunió en Casa Maestra en la ciudad de Medellín. Éramos siete hombres de diferentes ciudades, de diferentes orígenes, de diferentes edades y preferencias sexuales, con diferentes trabajos y diferentes religiones.
Llamamos al círculo de hombres: “Palabra, Fuego y Canto”. La idea desde el comienzo fue simple y clara: ‘Palabra’ significa sentarnos a conversar sin guiones prediseñados, sin temarios preparados o clases magistrales, sin la figura de un gurú o maestro y sus discípulos, sin la menor intención de terapiar a nadie. Significa hablar de nuestras experiencias de vida o de lo que cada uno quiera compartir, de nuestro camino como hombres en evolución. ‘Fuego’ significa que conectamos desde nuestros corazones, porque es un espacio sagrado dispuesto para confiar, para sostenernos, para validarnos, y porque siempre habrá un fuego entre nosotros, en el centro. ‘Canto’ porque llevamos instrumentos musicales y cantamos juntos para abrir la garganta, para inspirarnos con las letras de canciones que nos mueven el alma.
En el círculo se instalan cuatro acuerdos: 1. El respeto: nadie va allí a juzgar ni a aconsejar al otro; y cuando alguien habla, todos escuchan. 2. La confianza: que es invitación y compromiso y es fundamental para compartir experiencias muy íntimas de cada hombre. 3. La confidencialidad: todo lo compartido se queda en el círculo y no se difunde de ninguna forma. 4. La igualdad: allí todos somos solo hombres; no hay médicos, psicólogos, terapeutas, gerentes de bancos, empresarios o barrenderos, solo hombres al margen de las profesiones de cada uno; solo somos hombres sin importar orientaciones sexuales o religiosas, y desde ahí, compartimos lo que permite esa perfecta circularidad.
Al día de hoy, hemos celebrado siete Círculos (incluidos dos virtuales durante el confinamiento obligatorio de la pandemia). Los últimos tres han tenido lugar en medio de un enorme bosque mágico en Guarne, Antioquia, llamado La Ofrenda, lugar dispuesto por nuestro amigo Andrés Pranava, quien nos invitó a retomar los encuentros en su bosque, en medio de un enorme domo que es capaz de albergar en su centro una inmensa fogata, y cuya acústica armoniza perfectamente nuestras voces y cantos con los sonidos de la naturaleza y nos resguarda de las eventuales lluvias y ventiscas. El domo es enorme, pero la intención de hacer un círculo muy íntimo nos ha llevado a no ser nunca más de 15 hombres reunidos. A petición de los hombres del Círculo, actualmente estamos celebrándolo una vez al mes.
Gracias a nuestro Círculo he hecho nuevos amigos del alma, y juntos emprendemos la construcción de una nueva masculinidad y de nuevos acuerdos entre hombres y mujeres. Gracias a nuestro círculo, nos hemos perdonado y hoy me siento orgulloso de ser hombre, y honro y admiro la sagrada presencia de los hombres que conforman mi vida y que erigen mi linaje.
En nuestro Círculo hemos hablado, hemos cantado, hemos reído y hemos llorado juntos. Nos hemos apoyado y hemos validado al otro y, hablando por mí y por muchos, en nuestro hermoso Círculo juntos hemos sanado.
Si sos un hombre cansado de encajar, te invito a nuestro Círculo de Hombres; si sos mujer y tienes amigos o pareja que sientas puedes invitar a hacer parte de nuestro círculo, porque se va a soyar o lo necesita, invítalos por favor a nuestro Círculo de Hombres. !Bienllegados!
Luis Carlos Correa, Artista multimedia, Diseñador Industrial y gráfico, emprendedor en el área de la tecnología. Papá de Montserrat y hombre evolucionante.
Más información: WhatsApp 3148961915 IG @hablemos.deverdad