Es fascinante ver el inmenso mar y comer un delicioso mote de queso costeño, desayunar una crujiente arepa de huevo con jugo de corozo y refrescar la tarde con una buena Kola Román.
A mis 22 años, en unas vacaciones, conocí el mar por primera vez, precisamente en Cartagena, la ciudad en la que hoy, a mis 31, llevo viviendo y disfrutando desde 2014. Para mí, una persona que se crió felizmente en Boyacá, rodeado de grandes montañas y verdes paisajes, comiendo un buen cocido, tardeando con una almojábana con chocolate caliente o saboreando en la mañana un buen jugo de curuba, es fascinante ver a diario el inmenso mar y comer un delicioso mote de queso costeño, desayunar una crujiente arepa de huevo pasada con jugo de corozo y refrescar la tarde con una buena Kola Román.
En mi infancia la cocina del Caribe siempre fue ajena. Mi madre, quien es mi maestra y una gran cocinera, me acercó con sus deliciosos platos a muchas creaciones regionales de Colombia, menos a esta. Por eso en este tiempo que llevo viviendo en el Caribe me ha interesado más conocerla, ya que cada día vivido está lleno de nuevos sabores. Muchos suelen ver la cocina del Caribe resumida en un plato de pescado frito con arroz con coco y patacones, pero esto no representa la más mínima parte de una gastronomía que se forjó del mestizaje de culturas, donde indígenas, africanos, españoles y árabes conjugaron sus mejores técnicas, ingredientes y sabores para hacer esta joya una de las más valiosas de Colombia.
Mi espíritu de aventurero y el gran amor que le tengo a la cocina me han llevado a viajar por la amplia geografía de la región caribeña. He conocido desde las áridas tierras de la Guajira, pasando por el bosque seco tropical que inunda la Sierra Nevada de Santa Marta y los Montes de María, cayendo en su extensa llanura bañada por grandes ríos e inmensas ciénagas y humedales que albergan parte importante de la biodiversidad de nuestro país, gran responsable de su variada y exótica cocina. Entre sus corregimientos, pueblos y ciudades he conocido cocineras tradicionales, comunidades de agricultores, productores y artesanos que me han abierto sus puertas, brindándome el conocimiento de sus saberes y sabores ancestrales sin refutar si soy o no de esta tierra, ya que su mayor interés es que estos se compartan para que prevalezcan en el tiempo.
Eso y mucho más he aprendido. Pero sé que esto es realmente una pequeña parte de todo lo que me falta por conocer. Yo estaré siempre agradecido por todo lo que este hermoso Caribe ha hecho por mí y seguiré enfocado trabajando en lo que más pueda hacer por la región ya que es muy importante mantener vivas las tradiciones. Estas son el mapa genético de nuestros pueblos.