Un amor, un beso, un final
Cuento publicado en el libro Medellín escrita por sus jóvenes, de la Secretaría de Cultura Ciudadana de Medellín, en el que se recogen los escritos de jóvenes de diferentes zonas de la ciudad en el marco de las jornadas Altavoz se toma la palabra. La autora de este cuento es Isabel Valderrama Carvajal.
Últimamente se le estaba haciendo difícil conciliar el sueño. De ahí venía su falta de energía, que se hacía tan notoria en su cara y en que había permanecido un tanto somnolienta durante todos los días por más de un mes. Apenass comía. Su apetito no daba para más de un plato medio lleno dos veces al día.
Pero cuando estaba con él todo rastro de somnolencia desaparecía. Un poco de maquillaje cubría en su rostro los rastros de la enfermedad y una gran sonrisa pretendía disfrazar su cansancio de luchar contra una dolencia que, a pesar d emuchos exámenes de muchos tipos, los médicos no descubrían en qué parte del cuerpo estaba, o qué la causaba.
Llegó la feliz fecha. Ahí estaba con su largo y hermoso vestido blanco, el yugo de rosas y jazmines sobre sus delicadas manos y un velo hermoso, como ella. Su largo cabello era un cielo nocturno recogido con una moña y pequeñas flores que parecían estrellas. Sus labios tenían un ligero brillo y sus mejillas un suave tono rosado causado por la emoción Por un segundo sintió que perdía el equilibrio y un fuerte vértigo casi la hace desmayar. No sabía si era la emoción del suceso que se acercaba con cada segundo que pasaba o era uno de los síntomas de su extraña enfermedad.
Pasó la ceremonia con un ligero mareo. Durante la fiesta no quiso bailar mucho. En un momento se acercó su esposo, le tomó las manos, le dio un beso y le preguntó si se sentía bien, ya que las manos le sudaban frío. Sonriendo lo miró a los ojos y le dijo: “no es nada, es solo la emoción”. Luego el la besó y fue a recibir a los demás invitados. Sabía que no era cierto, lo leía en aquellos dulces ojos en los que se había perdido tantas veces y de los que se había enamorado profundamente hacía tiempo. Mientras tanto, ella seguía fingiendo, y mediante el tiempo pasaba, sus dolencias se hacían peores, pero logró soportar hasta el final.
Al llegar a la habitación se sintió caer, pero él la sostuvo con un abrazo y le dio un cálido beso. En ese momento los síntomas de la enfermedad desaparecieron.
Se quitó el velo y el calzado. Él, con cuidado, le soltó el cabello, que se dejó caer hasta poco más de la mitad de la espalda. Se perdió una vez más en el azul de esos ojos que lo miraban fijamente, mientras unas manos suaves le desabotonaban la camisa con toda delicadeza. Las suyas rozaban la espalda de ella con cuidado. Mientras bajaba el cierre del vestido, ella apoyaba sus manos sobre su pecho desnudo y se besaban con ternura. Caminaron así por la habitación en un solo, largo y dulce beso, hasta tropezar y caer sobre la cama.
Durante un momento no pudo respirar, su corazón se agitó y comenzó a temblar sin saber por qué, no entendía si era por la enfermedad o por el momento en que se encontraba. De repente un temor frío recorrió y llenó todo su cuerpo, por lo cual abrazó a su compañero con una fuerza mayor, tratando de comprobar que no era un sueño y que aún vivía y sentía aquel momento con el que nunca había soñado.
Terminó todo con un fuerte abrazo y un tierno beso. Ella recostó su cabeza sobre el pecho de él y cayó en un profundo sueño escuchando el palpitar de su coraz+on.
A la mañana siguiente, cuando él despertó, la vio dormida sobre su pecho. La besó y se dio cuenta de que estaba fría.