La música se convirtió en una parte esencial en la vida de la mayoría de los humanos. Es el lugar seguro, el refugio, el leitmotiv para reforzar sus convicciones en la vida, el generador de recuerdos, de alegrías o la que acentúa un dolor por una pérdida.
Váyase un poco atrás en su vida y recuerde quién le presentó la música que escucha. Y es que la música entra sin permiso a la casa, invade el espacio, se apropia de reuniones, fiestas y cotidianidad sin pedir permiso. Solo es feeling, solo es gusto y ya, sin muchas veces la aprobación de nadie, llega para quedarse.
Sin embargo, en estos tiempos donde cada vez la música habla de la degradación humana, de sentimientos bajos, de falta de valores, de cosificación sexual, es bueno pararle bolas a quién está educando musicalmente esta generación.
Y muy seguramente nos daremos cuenta de que la respuesta es: nadie… O sí, la industria que solo tiene unos fines comerciales con la música de moda, que busca enriquecer a unos sin importar el mensaje que esté dejando, o lo que le esté o no aportando a la sociedad, lo cual hace parte de una discusión que nadie quiere dar, porque de una vez aparecen los defensores de las libertades y el libre desarrollo de la personalidad.
Pero aquí estamos hablando de niños. Y hoy, que está en boga el tema del abuso sexual de nuestros menores por parte de extranjeros y locales, es bueno volver los oídos a lo que los cerebros en formación y los mensajes de nuestros “ídolos” cantan: 4 babys, 200 copas, Eso en 4 no se ve y No sé cómo se llama… y de ahí para arriba. Censuramos una película porno, pero la música, que a veces tiene un mensaje más poderoso, se pasea en colegios, casas, taxis, buses, fiestas, como si nada.
“Quiero meterte, quiero meterte en mi habitación/ Quítate lo’ Jordan’, quítate el pantalón/ Ven, que te espero sin panty/ Encima’ el gabetero te tengo tu condón/ (…) Y no hagamos mucha bulla que mi hermano no sospeche/ Que tengo un delincuente en mi cama …”, dice la canción Delincuente, de Tokischa, y es apenas otro ejemplo que se pasea orondo de niño a adolescente por los audífonos, mientras escucha desprevenidamente Spotify.
Y después nos quejamos de que los niños estén llegando muy jóvenes al sexo, o nos quejamos del aumento de los casos de abuso de menores, de drogadicción, cuando sus referentes artísticos promueven la vida de traqueto, de rumba, sexo desenfrenado, licor y drogas. Porque eso es lo que nos “venden” Maluma, J Balvin, Karol G, Anuel, Bless y demás artistas que, en ese mismo símil traqueto, no logran el éxito sino que coronan.
Imaginen cómo sería la sociedad si nos fuéramos por las ideas que promueven nuestros ídolos. Ahora vuelvo a la pregunta inicial, ¿quién educa musicalmente a tus hijos? Y tras lo musical viene el estilo y las convicciones de vida. Ellos son los hijos del reguetón. Y tú, ¿educas musicalmente a tus hijos?