Humboldt se atrevió a unir ciencia con imaginación y emoción. A desafiar la visión mecanicista, para empezar a hacer “ciencia con corazón” y enseñarnos a ver la naturaleza de otra manera.
El 14 de septiembre se cumplieron 249 años del nacimiento de uno los seres humanos que más me han inspirado: Alexander von Humboldt.
Para quienes no sepan mucho sobre él, Humboldt fue un científico, explorador, naturalista, artista y escritor alemán, que nació en 1769 en Berlín, entonces capital del Reino de Prusia. Visitó y conoció muchos lugares del mundo, entre ellos Suramérica, en donde estuvo cerca de cuatro años, estudiando la naturaleza, la geografía y los ecosistemas de la región.
Fue aquí, en nuestro continente, en el lugar que hace varios años se llamaba la Nueva Granada, donde Humboldt se afianzó como la gran polímata que fue.
Recorriendo los paisajes y geografías del norte del sur de América, Humboldt comprendió la Naturaleza. Entendió que las plantas se adaptan a su entorno natural y que desarrollan rasgos que, sin importar si están en Siberia o en los Andes, las hacen tener una apariencia similar, siempre y cuando vivan en lugares con condiciones ambientales parecidas.
Esto lo llevó a ver al mundo entero como un organismo vivo, en el que los cambios que ocurren en un lugar pueden tener impactos en otro punto lejano del planeta. Decía que, “en esta gran cadena de causas y efectos, no puede estudiarse ningún hecho aisladamente”.
Su viaje por tierras neogranadinas lo llevó a comprender que la naturaleza es un sistema interconectado, en el que cada parte, por pequeña que sea, juega un rol fundamental en el funcionamiento y el mantenimiento del equilibrio de los ecosistemas: Humboldt nos enseñó a pensar y ver en redes y conexiones. Su experiencia en Suramérica hizo, además, que desarrollara una idea que había tenido sus semillas en conversaciones con Goethe, su gran amigo y admirador; la idea de que la naturaleza hay que experimentarla con las emociones y las sensaciones.
¡Claro que la ciencia y las mediciones exactas son fundamentales para comprender el mundo! Pero, igual de esenciales, son los sentimientos.
Este hombre, muy famoso en su época, fue quien primero se atrevió a unir ciencia con imaginación y emoción. Fue quien, por primera vez, se atrevió a desafiar la visión mecanicista del momento (que también ha sido muy importante, valga la aclaración), para empezar a hacer “ciencia con corazón” y enseñarnos al resto de los mortales a ver la naturaleza de otra manera.
Por todo esto, Humboldt es uno de mis humanos favoritos. También porque desde esa época habló del cambio climático causado por el hombre y porque, además, nos veía como una especie que hacía parte de la naturaleza, y no que estaba por fuera de ella. Asimismo, estaba en contra de la esclavitud y estaba convencido de que, en palabras de Andrea Wulf, su biógrafa en La invención de la Naturaleza, “el conocimiento había que compartirlo, intercambiarlo y ponerlo a disposición de todos”.
Alexander von Humboldt acercó la ciencia a la gente que no tenía acceso a ella e inspiró a grandes personajes de la historia, como Charles Darwin, Ernst Haeckel, Henry David Thoreau o Simón Bolívar. Espero que a ustedes también los pueda inspirar. Por mi parte, yo continuaré siguiendo sus viajes a través de La Invención de la Naturaleza, y de la Humboldtiana Neogranadina, hermosa obra publicada por seis universidades, que detalla el periplo de este naturalista por la Nueva Granada. También seguiré soñando con, algún día, poder recorrer sus pasos.
¡Larga vida a Humboldt!
P.D: si les gustan y les inspiran los libros sobre naturaleza, además de las dos obras mencionadas, también les recomiendo El árbol, de John Fowles, y The Forest Unseen, de David George Haskell. Este ya se los había sugerido hace un par de años, pero vuelvo y me repito, pues, sin duda, es una joya por su belleza (nota: creo que aún no lo han traducido al español).