Todos tenemos ruana
Uno de los grandes retos que tenemos como sociedad es recuperar el valor del trabajo y de la disciplina ciudadana
Para nadie es un misterio que la comuna 14 aglutina el mayor porcentaje de población de los estratos altos. Poco se ha reflexionado sobre las implicaciones de este hecho en una sociedad marcada por profundas diferencias sociales. Es un lugar común atribuir a las clases bajas los problemas de violencia y criminalidad. Quizá sea hora de reconsiderar esas ideas.
Un estudio reciente, realizado por investigadores de la Universidad de California en Berkeley, puso en evidencia que las clases altas son más propensas a burlar las leyes. Como ocurre en Colombia, en el país del norte también ha hecho carrera la idea de que el dinero exime a las personas de sus responsabilidades. Quizá lo más grave, en nuestro caso, es que las últimas décadas han visto prosperar fortunas basadas en actividades ilícitas, hasta el punto de que una parte considerable de los estamentos de nuestra sociedad está influida por dineros mal habidos.
Uno de los experimentos del estudio mostró que los propietarios de automóviles caros eran más propensos que otros a cometer infracciones de tránsito. Otra prueba, realizada con un juego de dados y una recompensa, indicó que la gente de un estatus social más elevado tenía más tendencia a mentir sobre su puntuación. En otro experimento se les dio un paquete de caramelos, diciéndoles que era para los niños que estaban en una habitación contigua, pero podían servirse. Las personas de clase más acomodada comieron más que los menos favorecidos. El estudio concluyó que la riqueza y el rango más alto en la sociedad pueden dar forma a patrones de interés personal y falta de ética.
Cuando pensamos en los problemas de nuestra comunidad, podemos comprender que buena parte de ellos puede asociarse con esa falta de ética que suele venir con los privilegios: ruidos que atentan contra la tranquilidad ajena, atentados contra los recursos naturales, irrespeto de normas de tránsito, de leyes y reglamentos.
Por supuesto, no es posible generalizar. El estudio menciona a filántropos como Bill Gates y Warren Buffet, pero admite que los más ricos son más propensos a la cultura del rendimiento, lo que puede volverlos “menos atentos a las consecuencias de sus acciones en los demás”. Uno de los grandes retos que tenemos como sociedad es recuperar el valor del trabajo y de la disciplina ciudadana en circunstancias en que el dinero parece eximir a muchos del cumplimiento de las leyes.
Un viejo refrán nuestro ya había llegado a las conclusiones del estudio: “La ley es para los de ruana”. Cada atropello que se comete, a partir de los privilegios socioeconómicos, lastima a la sociedad. Cada abuso genera resentimiento y más abuso. Es preciso emprender una reflexión que nos recuerde las obligaciones que cada uno tiene con el resto de los miembros de su comunidad. Si queremos una sociedad justa es preciso que todos tengamos ruana.