Una exposición de Gabriel Ortega en la Galería Duque Arango lleva a los espectadores hasta el Renacimiento. Fabulación y metáfora hay allí.
Entras a la sala y sientes que alguien te observa. Alguien te mira a los ojos como indagando. Es Tintín, el personaje creado por el dibujante belga Hergé, que se convirtió en el alter ego de Gabriel Ortega, un artista colombiano, observador de la historia del arte y de la sociedad contemporánea con sus símbolos e íconos, y que se inscribe en el Neo-Pop, aunque no es fácil clasificarlo.
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Gabriel expone en la Galería Duque Arango -sede de la 34 con la 8ª, en El Poblado-. El artista recuerda que en su niñez y adolescencia se entretenía con un personaje de historietas: Tintín. Le fascinaban sus aventuras de reportero, los viajes que emprendía. “Me marcó y me seguirá marcando”, dice, mientras se observa en aquellos días en la casa de sus padres. Pasados los años, Tintín se hizo protagonista de su obra plástica en la que objetos tridimensionales y pinturas expresan inesperadas situaciones, coherentes con el ser que lo inspira.
Esta vez, Ortega transporta a Tintín y a su perro Milú hasta el Renacimiento, en un juego de roles en el que las obras de esa época dan hospitalidad a los dos personajes del cómic. El artista logra una reinterpretación de un tiempo que le ha fascinado. Así, por ejemplo, su permanencia en Florencia, Italia, tiene la huella de sus visitas a la Galería de los Uffizi, donde hizo lupa al legado renacentista.
A Tintín lo contemplamos herido como San Sebastián y convertido en Dante, autor de la Divina Comedia; y sentimos que puede volar con alas de ángel. Las obras seleccionadas, entre sagradas y profanas, expresan un momento histórico, y se desacralizan cuando le dan albergue a Tintín y al tierno Milú. Hay, por tanto, una revisión del arte considerado “culto”, el artista le da una vuelta y nos ubica en el pop. El espectador viaja en el tiempo y se sumerge en estas piezas exquisitas en los detalles de vestuario y accesorios, en las que Ortega logra capturar esencia y atmósfera.
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En esta “fábula del Renacimiento”, a Tintín lo vemos con armadura emulando a Francisco I de Médici; lo apreciamos como el dios griego del viento, en su soplo divino a la Venus, de Botticelli; lo observamos convertido en el lector, de Bronzino y como el poderoso Lorenzo II de Médici, de Rafael Sanzio. Y lo acompañamos en su desconcierto cuando deambula por la solitaria plaza de la Ciudad Ideal.
Tintín y Milú se convierten en parte de la historia del arte renacentista gracias a la técnica del Tableau Vivant, una expresión que surgió en el siglo XIX, en la que los actores -y personas comunes- posaban como si hubieran salido de una pintura clásica, haciendo gestos y usando trajes similares.
Hay delicadeza en esta serie en la que priman los retratos. Una delicadeza que se manifiesta en el dibujo de línea firme, el manejo del óleo y el cuidado en las figuras realizadas en porcelana fría. Algunas de las piezas tienen bordados bellamente realizados a mano con hilos y mostacilla checa por la artista Maritza Sucerquia. Y a esto se suma los marcos en madera elaborados por maestros artesanos, según el estilo florentino.
El Renacimiento fue un período de cambio. La filosofía, el arte, la ciencia, las relaciones sociales vivieron un renacer que rompió con la Edad Media. Una luz que iluminó otros senderos. En el siglo XV comenzó ese nuevo tiempo que marcó la historia de la humanidad y del arte con obras que permanecen muy vitales, tanto, que permiten miradas renovadas, desenfadadas, como las que hace Gabriel Ortega. Esta serie para él también fue como un renacer en sus búsquedas como artista. Hay en ella alegría, belleza y diversión y una reflexión sobre el legado de los maestros del Renacimiento, sobre los nuevos lenguajes estéticos y el sentido del cómic. Él une el pasado y el presente en medio de un relato muy personal, expresión de las inmensas posibilidades de la plástica.
Gabriel prepara dos nuevas series, una dedicada al medio ambiente y otra al barroco. También en ellas encontraremos los ojos de Tintín y Milú. Vendrán otras narraciones, otras fábulas, porque el viaje no termina.
La gracia que necesitamos
En el catálogo de presentación de esta muestra, Giorgio Chinea Canale, curador y galerista, señala:
“… una vez más la humanidad necesita gracia y magnificencia.
Una vez más necesitamos un renacimiento moral y espiritual.
Una vez más la belleza tendrá que salvarnos.
Hoy más que nunca…”.