Para Agustín Castro (Tin Castro) la vida ha estado regida por la disciplina, la paciencia y el esfuerzo. Entre El Poblado, las pistas, los viajes, se ha movido el tres veces Campeón Nacional de Crossfit
Por José Fernando Serna Osorio
Si la vida de Tin Castro no estuviera regida por la perseverancia, quizá nunca habría ganado seis títulos mundiales de BMX; hubiera sucumbido tras enfrentar un secuestro a los ocho años, tal vez sus sueños de empresario no seguirían tomando vuelo y el crossfit solo sería un recuerdo. O más fuerte aún, ser perjudicado por la tragedia de Space lo habría noqueado de manera fulminante.
Tiene 29 años y todo ese recorrido a cuestas. Sobre sus hombros lleva años de experiencia que no se comparan con el peso que a diario levanta cuando hace ejercicio. Se retiró del bicicrós siendo un grande a los 24 años con todos los títulos posibles; le faltó el oro Olímpico, y se dedicó a crear empresa con varios centros de entrenamiento crossfit y a competir en esta disciplina, que combina ejercicios funcionales, constantes y de alta intensidad.
Mientras sostiene una barra olímpica en su pecho con dos discos de más de 45 libras, respira, resopla y culmina con éxito. Es el último ejercicio por hoy. Es solo el prólogo de un día normal que comienza a las 6:00 a.m. en su vivienda en la Cola del Zorro. Revisar cuentas, correos electrónicos, agendar reuniones y manejar sus redes sociales acaparan las primeras horas del día. A medida que pasan las horas esas rutinas se van combinando con el ejercicio de manera escalonada.
“A los ocho años ocurrió el secuestro. A mí eso me enseñó a valorar las cosas y a saber que hoy tenemos y mañana no sabemos. Uno valora la libertad, la comida, el descanso, una ducha y por supuesto la familia”, dice mientras rememora los 20 días que pasó en cautiverio en San José del Nus, corregimiento de San Roque, Nordeste de Antioquia.
Ese momento fue determinante. Fue montarse en el partidor y esperar el sonido que lo impulsaría por la vida. Ya en la pista fue sorteando lesiones, dos operaciones por fracturas en los hombros y otro sinnúmero de situaciones que por poco lo desestabilizan y lo hacen morder el polvo. No fue así. De la mano de su padre Augusto y de María del Pilar, su madre, todo se superó.
Participó en los Juegos Olímpicos de Beijing-2008 y tras competir durante más de 7 años como profesional en el bicicrós, se retiró para cumplir otros sueños que tenía en su carrera. Optó por el crossfit por recomendación de amigos cercanos, se proyectó en este deporte, se asesoró e inició la segunda parte de su historia atlética y proyecto de vida.
Su otra casa ya no son las pistas y los morros. Ya son grandes salones acondicionados con barras, aros, cuerdas, discos y pesas. Ya no escucha el estruendo en el partidor, ya es el sonar de las barras cuando chocan con el piso y las reuniones, en las que busca la estrategia para el crecimiento de su empresa. Tin Castro dice con orgullo: “Si me muero mañana, muero tranquilo”.
Por poco se desmorona
Tin Castro descansaba la tarde del 12 de octubre de 2013. Iba rumbo a la finca de su familia en Santa Fe de Antioquia, cuando un amigo de visita en la ciudad que se había quedado en su apartamento en la Unidad Residencial Space, lo llamó. El anunció lo tomó por sorpresa, una de las torres se había derrumbado.
“Eso se convirtió en un callejón sin salida que uno no sabe qué hacer. Al día de hoy nos han pagado solo el 40 por ciento. Yo tengo fe que eso algún día lo van a pagar, nos tienen en el limbo y nadie da razón”, comenta con impotencia, quien invirtió todos los frutos de lo que ganó con sus pedalazos y sacrificios.
No obstante, Tin Castro sigue fuerte. Su filosofía de vida no lo deja amilanar, además de la huellas que le han dejado las lesiones sobre su cuerpo, lleva varios tatuajes, marcas indelebles con las que recuerda todos los días por qué se tiene que levantar a seguir dando la pelea. “El ojo del jaguar fue el último, me identifico con él porque visualiza el objetivo y sabe para donde va”, precisa sin titubear.
Disciplina, mejoramiento continuo, esfuerzo y perseverancia lo llevarán a otro podio, ya no de carreras, pero sí del proyecto de vida que construye en los centros de acondicionamiento que creó para cambiar la mentalidad y el cuerpo de las personas.