Tiempo y cariño, el mejor regalo
El voluntariado social cada día toma más fuerza entre los estudiantes. Un joven con espíritu social creó una fundación para compartir con niños vulnerables
Foto cortesía.
“No queremos un impacto pequeño en muchos, queremos un impacto grande en un niño”. Así habla Lucas Velilla, director y creador de la Fundación Juguemos en el Bosque. Una idea que comenzó charlando con amigos en una cafetería de Eafit y pasó a ser su proyecto de vida. “Llevo haciendo labor social hace más o menos 16 años. Una vez en la universidad, en una de tantas charlas con amigos tratando de solucionar el mundo, surgió un proyecto social, nos vinculamos y ya llevamos seis años en esto”, cuenta Lucas.
En una modesta oficina en el sector de Provenza, con dos escritorios, dos computadores y elementos de viaje como carpas, maletas y plásticos, entre otros, Lucas planea las salidas con los pequeños. Dice que la oficina es lo de menos, que lo que de verdad importa es dedicar tiempo de calidad a cada uno de ellos.
La fundación está legalmente constituida hace dos años, y hace más de un año este ingeniero de diseño de la Universidad Eafit y egresado de la UPB renunció a su trabajo para entregarle toda su energía y pasión a su proyecto social. “Fue una decisión difícil de tomar porque uno no sabe cuándo puede tener un sueldo fijo. Pero yo tengo sueños, pienso en la fundación con una finca gigante para que los niños puedan ir. Ingenieros de diseño hay muchos, pero enfocados a procesos sociales no hay. El servicio que prestamos es innovador”, dice.
Transformadores de vida
Juan tiene hoy 20 años. Después de pasar por varios hogares de adopción, en 2003 comenzó a tener sus primeras salidas con Juguemos en el Bosque. Sus sueños son tener una familia, ser chef y crear su propio negocio. Gracias a la fundación, ingresó a cursos de gastronomía y ahora buscan para él una posible vinculación laboral en un restaurante de El Poblado.
Como sucedió con Juan, Lucas y su equipo de voluntarios esperan que pase hasta donde sea posible con los otros niños, quienes han tenido una crianza diferente y difícil en condiciones sociales complejas.
“La fundación comenzó por una necesidad de una recreación dirigida. Cuando nosotros éramos chicos nuestros padres nos llevaban a los parques y nos explicaban cómo usar el columpio y lo demás. A estos niños de hogares de adopción y de protección del Valle de Aburrá los sacan a jugar con poca supervisión. Nosotros hacemos vínculos con ellos, buscamos ser sus amigos y ellos nos retribuyen con mucha confianza”, afirma Lucas.
Conscientes de sus limitaciones económicas pero comprometidos con el futuro de cerca de 90 niños, la fundación gestiona recursos para que puedan realizar cursos de fotografía, idiomas, baile, cocina y pintura, entre otros, en alianza con profesores amigos que tienen como único fin darle a los niños una opción de vida, pensando en su futuro. Fruto de eso, hay dos vinculados en restaurantes de la ciudad y otra joven cumple su sueño de ser bailarina.
¿Cómo ayudar?
Para Lucas cumplir con su labor social ha tenido que prestar carros, hacer rifas y llamar amigos. Con el tiempo, se ha ganado el respeto y la credibilidad de los hogares de adopción y protección. Le confían los niños cuando tienen alguna salida.
“Quisiéramos ser autosuficientes pero es difícil. En transportes se va mucha plata, nos toca hacer cenas, rumbas y otras actividades para recoger recursos. Tenemos el plan padrino que consiste en que alguien autorice que se transfieran 20 mil pesos de su cuenta hacia la fundación, de manera mensual. Con la ayuda nos podríamos dedicar a aquello en lo que realmente somos buenos: acompañar y darle amor a los niños”, afirma este joven.
Convencido de su misión, Lucas y sus voluntarios seguirán dedicándole tiempo a estos niños, demostrando que con amor y este tipo de proyectos se puede comenzar a transformar la vida de algunos de ellos, esperanzados en un futuro mejor.
Recreación con enseñanza
La Fundación Juguemos en el Bosque ha salido con los niños a acampar, han estado en parques como el de Las Aguas y en fincas en Ebéjico, Marinilla y Copacabana. Recientemente cerca de 40 niños, con sus camisas distintivas de la fundación, estuvieron en un evento de break dance en Comfama de Aranjuez.
En cada salida, Lucas Velilla, creador de este proyecto social, busca darle a los niños algo de aprendizaje. “Por ejemplo, en las fincas hacemos actividades que tengan que ver con la ecología. También les hacemos ver la importancia de la amistad y del trabajo en equipo. Yo sé que a partir de nuestro granito de arena, muchos han mejorado su comportamiento en los hogares o en sus colegios. Algo aportamos y esa es nuestra mayor satisfacción”.