Una feliz coincidencia caracterizó el inicio de temporada de la Orquesta Sinfónica de la Universidad Eafit y de la Orquesta Filarmónica de Medellín.
Las dos orquestas, en una celebrada apuesta por el talento que engrosa sus filas, decidieron invitar a sus propios miembros para actuar como solistas en sus conciertos de apertura de los pasados 11 y 13 de febrero. Este hecho, muy diciente por demás, inició sus calendarios mostrando las potencias interpretativas de cada una de ellas; reforzando así, decisiones de gestión que delimitan satisfactoriamente el perfil y el discurso de cada una de las orquestas.
La Sinfónica Eafit, dirigida por el invitado Ricardo Jaramillo, actuó como solista con su flautista principal, León Giraldo, quien interpretó el concierto para flauta del armenio Aram Kachaturián (1903-1978). Diplomado en flauta del Conservatorio de Meudon, París, y magíster en dirección orquestal, el también jefe de fila dio muestra de un amplio despliegue técnico durante una pieza harto reconocida por su dificultad musical. Su carrera, consolidada por su amplia experiencia en la interpretación de diferentes géneros, gana un impulso adicional con cada nueva presentación. Giraldo regaló al público asistente una afinación delicadamente ajustada con el color orquestal.
Por su parte, el violinista Gonzalo Ospina –concertino de la Orquesta Filarmónica– dio gala de su prolongada experiencia como solista, interpretando el concierto para violín en Mi de Bach y el concierto para violín No. 3 de Mozart. El solo desafío que significa abordar en un mismo programa dos obras de estilos aparentemente opuestos, permitió sin embargo disfrutar del toque interpretativo lírico y liberado de Ospina. El balance entre una sonoridad personalísima, balanceada con precisos movimientos técnicos, no negó el balance rítmico que caracteriza los conciertos del Barroco.
Los solistas, ambos también dedicados a formar los músicos de las generaciones venideras, demostraron sus habilidades exhibiendo los alcances de su propia labor formativa. Los eventos reseñados abren con gran expectativa las presentaciones futuras.
Con enorme expectativa se recibió la promoción del evento en el que la Filarmónica interpretaría la octava sinfonía de Bruckner. Lastimosamente cancelado por adecuaciones de infraestructura del Teatro Metropolitano, el abrupto episodio no niega la claridad con que se manifiesta la intención de la orquesta y sus directivos, por mostrar a la ciudad obras de gran calado y despliegue instrumental.
La obra, reconocida por su densidad y longitud, tendrá que esperar hasta el próximo 2 de abril; mes en el que esperaremos disfrutarla –esta vez en el teatro de la Universidad de Medellín– en una versión que supere la interpretada hace ya más de diez años, por el mismo director en Bogotá.
Agradable sorpresa causó ver los espacios del centro comercial Santafé repletos de oyentes asaltados por la presentación de los grupos de cámara de la Orquesta Sinfónica Eafit. Esta es una hábil apuesta por llevar su actividad a un público, que gratamente atento, se regaló tiempo para disfrutar de su interpretación. ¡Bien por ellos! ¡Que se repita!
Precisión: La nacionalidad del director austríaco Nikolaus Harnoncourt, fue erróneamente adjudicada en esta columna de la edición impresa del pasado 29 de enero. Ofrezco excusas.
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