“Movilidad” se refiere a mover personas, no carros. A falta de espacio infinito, es difícil solucionar problemas sin incomodar a alguien.
Cuando las soluciones se enfocan en las personas, al principio muchos se quejan, pero la ciudad llega a un nuevo equilibro… y por lo general uno mejor. Hay ejemplos de todo tipo alrededor del mundo. Times Square, en los EE.UU., es uno muy bueno. Madrid quiere reducir la velocidad en el 80% de sus calles a 30 km/h. Seúl, Oslo, París y Ciudad de México tienen planes para prohibir la circulación de vehículos en zonas que hoy son todas para ellos.
Por mucho tiempo se ha incomodado a peatones, ciclistas y habitantes de los barrios tradicionales de la ciudad. ¿Tal vez sea hora de incomodar a los carros particulares? Siempre se ha buscado que estén contentos, que tengan más pavimento, que puedan ir más rápido… ad infinitum. Algo importante es que, en la discusión, evitemos caer en falacias del tipo ad hominem (se aleja del argumento en cuestión y se ataca al interlocutor, no su afirmación): “los que viven en la zona y hoy protegen los árboles tumbaron otros árboles para construir sus edificios”. Tal vez hubiéramos podido hacer mejor las cosas. Ya que no lo hicimos, ¡en algún momento hay que parar!
Hemos crecido y madurado como sociedad. Esperaría que hayamos aprendido algo en el proceso. No podemos seguir cometiendo los errores del pasado y esperar un resultado positivo. La movilidad tiene un componente técnico, eso es claro. Pero es el cambio en los hábitos lo que en realidad tiene un efecto a largo plazo, un concepto central en la búsqueda de ciudades y sociedades justas, sostenibles e incluyentes.