Por décadas hemos repetido que el futuro de la innovación está en los centros urbanos. Que, si algo va a cambiar el mundo, probablemente nacerá en Medellín, Bogotá o San Francisco. Pero, ¿y si el próximo unicornio colombiano nace donde nadie está mirando? ¿Y si su origen está en Urabá, en La Guajira o en un municipio olvidado del Cauca?
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Hablar de startups rurales no es una contradicción. Es una necesidad. Hoy tenemos un ecosistema concentrado geográficamente, donde talento, inversión, conectividad e incluso oportunidades de formación circulan en círculos cerrados. Y mientras tanto, en las regiones, hay jóvenes con ideas, ganas y necesidades reales, pero sin acceso a capital, redes o herramientas para convertir esas ideas en soluciones.
La tecnología no debería ser un lujo de las grandes ciudades. Si queremos un país realmente innovador, tenemos que llevar el ecosistema emprendedor donde más se necesita. No como filantropía, sino como estrategia de desarrollo económico. Colombia no va a despegar si seguimos apostándole solo a las capitales.
En las regiones hay problemas que necesitan soluciones a medida: acceso a servicios financieros, logística de última milla, educación digital, trazabilidad agrícola, turismo comunitario. Cada uno de esos retos es también una oportunidad para emprender con impacto.
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¿Qué se necesita? Tres cosas, al menos:
- Inversión con enfoque territorial, que entienda los ritmos y realidades de emprender desde la periferia.
- Infraestructura digital, porque sin conectividad no hay inclusión.
- Redes de apoyo, donde incubadoras, aceleradoras, cámaras de comercio y gobiernos locales trabajen juntos para crear ecosistemas sostenibles.
El talento no es exclusivo de las ciudades. Solo que allá, muchas veces, sí hay quien lo escuche. Por eso, si de verdad creemos en la promesa de la innovación como motor de desarrollo, no podemos seguir ignorando a los que están fuera del radar.
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La próxima gran idea puede estar naciendo ahora mismo, en una vereda, en una pequeña finca, en un colegio rural. Lo que falta no es capacidad. Es acceso.
Y quién sabe, tal vez un día dejemos de buscar unicornios en las grandes torres de oficinas… y empecemos a encontrarlos bajo los techos de casas que no están en las grandes ciudades.