La música se convirtió en la forma en la que Son Batá le dijo No a la violencia. Hoy son OPAD Colombia.
Sprint habla. Sus manos se mueven. Se emociona cada vez que recuerda un momento, un lugar, un espacio, un instrumento. Con Nene y J El Capitán, Sprint fundó hace 20 años Son Batá, un grupo que empezó a soñar con la música como futuro y que hoy puede decir, con orgullo, que es su presente.
El viernes 4 de octubre fueron nombrados OPAD Colombia. Es la Organización para el alivio de la pobreza y el desarrollo, por sus siglas en inglés, y como ente internacional cuenta con el apoyo de Naciones Unidas y la Unión Europea; busca mitigar los problemas causados por la pobreza, promover el cambio hacia climas positivos y apoyar leyes internacionales que protejan valores humanitarios en todo el mundo.
Y ahí está Son Batá, un modelo exitoso que de cuenta de luchar contra la violencia y evitar que jóvenes de la Comuna 13 sean reclutados para la guerra, combaten la pobreza.
Y Sprint sigue hablando. Entender el por qué la OPAD los elige es devolverse en el tiempo. Es ir a la década de 1990 y asistir a la escuela con los tres fundadores. Es recordar que por vivir en la Comuna 13 tenían un estigma, el de la pobreza. Pero además, los tres estaban doblemente estigmatizados: además de pobres, son negros. “Nos dolía que se burlaran de nosotros por nuestro color de piel, por nuestros rasgos”, lamenta Sprint. Y, para encajar, hasta pensaron en renunciar al pasado afro, que hoy es motivo de orgullo.
Un cambio de vida
En 1998 un objeto llegó a sus vidas: un casete. La cinta escondía una música que les era ajena: rap. “Era la primera vez que escuchábamos algo que hablaba de nuestra identidad, que venía del corazón, que era negro”. Y así, empezaron a navegar por las aguas del rap. Aprendieron a escribir canciones en español, aún sin tener referentes.
Pero, al mismo tiempo que ellos hacían música, en las calles sonaban las armas. Bandas delincuenciales provenientes de otras zonas de la ciudad llegaron a la 13, pues se trataba de un territorio estratégico por dos motivos: nunca sufrió los estragos de la narcoviolencia de Pablo Escobar, así que todos los que tenían vínculos con el capo asesinado podían hacer de las suyas; también su situación geográfica cerca de la vía al mar, como corredor por el que se ha traficado con armas, droga y dinero.
La vida cambió: la música, por un lado; y por el otro, aquellos que los buscaban para hacer parte de la guerra. “Pero el rap fue nuestro escudo”. El territorio se fragmentó, pero su forma de vestir (ropa ancha y colorida) los hacía reconocibles. No eran una amenaza y, mientras muchos no podían pasar de un barrio a otro, ellos se movían por la comuna sin problemas.
Aprender a soñar
Pronto entendieron que la clave para decirle No a la guerra era seguir sus sueños. Ni siquiera las operaciones militares de principios del siglo XXI pudieron apagar la música (como sí lo hicieron con la vida de cientos de amigos). Ensayaban sin parar todas las tardes. Empezaron a intercalar el rap con los sonidos del Pacífico, la tierra de sus antepasados. Visitaron Quibdó, Palenque de San Basilio, Guapi. Y pronto los más pequeños empezaron a imitarlos. Ahí se dieron cuenta de que con arte y música le podían robar jóvenes a la guerra.
Así nació Bantú, un semillero que pronto cosecharía su primer triunfo: en 2011 resultaron ganadores en la categoría Chirimía en el Festival Petronio Álvarez en Cali.
El presente
“Veinte años después, somos el sueño: vivimos del arte”. La música los ha llevado a Estados Unidos. En Nueva York recibieron la noticia de que son OPAD Colombia. “Quieren que les ayudemos a replicar nuestro modelo en África (y los ojos se iluminan) y en India”. Son Batá ya no es solo Comuna 13, no es solo Medellín y tampoco Colombia. Son Batá ya es mundo. De hecho, mientras esta entrevista se hacía, Bomby, uno de sus miembros, grababa en los estudios de Motown en la Gran Manzana. Sueños del pasado hoy haciéndose reales, pero también sueños de futuro empezando a aparecer.
Por: Juan Pablo Tettay De Fex / [email protected]