La indigencia es uno de nuestros grandes barómetros sociales. Nos indica las fallas en el sistema educativo, judicial y de salud, en la prevención del consumo de drogas, en el resguardo familiar para la infancia y la juventud, en las oportunidades de empleo, incluso las debilidades en la economía local. También es un gran indicador de nuestra actitud. Es fácil asumir que aquellas personas de calle y en situación de calle son todas enfermas mentales, vagas, perezosas y drogadictas sin esperanza; incluso, para algunos, se trata de vidas tan desesperanzadas que no ameritan más gastos de recursos ni esfuerzos, pero sobre todo, para muchos, es fácil seguir de largo y aceptar la situación como algo normal, como parte del paisaje. La mirada debe cambiar.
Con motivo del Foro Internacional Modelos Públicos de Atención a la Población Habitante de Calle que se celebró en Medellín el 11 y 12 de junio y en el que participaron expertos de ciudades como Barcelona, Nueva York, Buenos Aires y Ámsterdam para intercambiar ideas y estrategias, la Secretaría de Inclusión Social y Familia dio a conocer que Medellín tiene 3.250 habitantes de calle –el 45 por ciento de ellos son de la ciudad y el 55 por ciento de otros municipios y regiones colombianas–. La entidad también ofreció el siguiente dato: en esta población se invierten 2.600 millones de pesos mensuales en atención básica, resocialización y egreso productivo. Las cifras, difíciles de calcular por el subregistro y por tratarse de una población flotante, son imprecisas y merecen, adicionalmente, un análisis más detallado para poder implementar las medidas más específicas que nacieron o se nutrieron del Foro. Así lo han concluido también otras voces como la del concejal Luis Bernardo Vélez: datos como edades, niveles de escolaridad, contextos y detonantes para estar y permanecer en la calle, años de consumo de sustancias sicoactivas, reincidencias, enfermedades, estado de sus vínculos familiares, son una parte de la información necesaria para que se dé un diagnóstico exhaustivo para enfrentar dicha cuestión. Esto, como bien lo explicaba Carme Fortea Busquets, una de las invitadas al encuentro y representante del Departamento de Atención a Personas Vulnerables de Barcelona, permite una mejor receptividad en la población de y en situación de calle, al realizarse un trabajo mucho más personalizado y un acompañamiento al detal para el reingreso a la sociedad.
Desde que se tiene memoria, esta ha sido la papa caliente de las administraciones municipales y los resultados de cada una de ellas se han centrado en cifras de dinero y otros recursos invertidos. Las gestiones de muchas de ellas, lamentablemente, han sido trasladarlos de un sitio a otro. Sin duda no hay una varita mágica pero sí la posibilidad de optar por la persistencia y la perseverancia en la evolución de las soluciones, buscar la continuidad entre uno y el siguiente gobierno.
En otros países, como se evidenció en el Foro, la situación no dista mucho de la nuestra; estamos en momentos diferentes del mismo proceso. Aunque en Medellín la dependencia a sustancias sicoactivas es más fuerte o el nivel de escolaridad más bajo, los motivos para que un ser humano duerma en la calle por primera vez son, aquí o en donde se quiera, un ítem de la misma lista: descuido con la población vulnerable. De ahí que sea fundamental el trabajo sólido en la prevención, en especial con la infancia y la juventud para esquivar el camino del indigente adulto con reincidencia crónica.
Con el ánimo de profundizar en el asunto e informar sobre el Foro Internacional Modelos Públicos de Atención a la Población Habitante de Calle, invitamos a leer en esta edición el artículo “Una búsqueda por detener el regreso a la calle”, en la página 8.