¿Habrá alguna persona en el mundo que no se considere perfeccionista?
Todos hemos oído alguna vez que no se contrata a quien diga que su oportunidad de mejora es ser perfeccionista. ¿Por qué? Porque esta persona todavía necesita un largo viaje hacia adentro para descubrir por qué considera que ser perfeccionista es su oportunidad de mejora.
Me demoré mucho. Ojalá no hubiera necesitado tantos años para descubrirlo. Pero, ¿qué hacemos si de eso se trata crecer y evolucionar? Invertimos los años para desbloquear aprendizajes. ¿Tan básicos? ¿Tan obvios? Y no haberlo visto antes.
La revelación sencilla y profundamente transformadora está en descubrir que debemos dejar nuestra piel en cada cosa que hacemos. Tenemos que hacerla perfecta. O, mejor dicho, ¿por qué querríamos que no lo fuera? Y acá está la paradoja: vas a buscar la perfección en todo lo que hagas… pero nunca vas a alcanzarla.
Es justo ahí, en ese punto, donde se marcan las diferencias entre dos tipos de personas: Está quien se desespera por no lograrla, se frustra, se enfurece, señala el error, se descompone. Y está quien sabe que lo ha dado todo por hacerlo perfecto y, aún sin lograrlo del todo, se siente en paz. Porque entiende que las cosas son, simplemente, perfectas como son.
Espera un momento… ¿Entonces todo es perfecto? Suena a discurso facilista, mediocre, tibio, vago. Exacto. Todo es perfecto cómo es, cómo sucede, cómo llega.
Tu equipo es perfecto.
Tu jefe es perfecto.
Vos eres perfecto.
No hay que cambiarlo.
Ni reformarlo.
Es perfecto así.
¿Y entonces? Si todo es perfecto… ¿Cómo se crece? Boom: estamos confundiendo perfección con excelencia. Todo es perfecto como es, pero como líderes en un proceso de evolución tenemos que trabajar por la excelencia: la excelencia está en trabajar incansablemente por hacerlo y ser mejor. Excelencia es cuidar nuestros hábitos, es nuestra responsabilidad cuidar nuestra salud, nuestra mente, nuestras emociones, nuestro espíritu. Excelencia es exigir y exigirnos sin miedo. Exigir no es castigar, exigir no es negativo. Exigir es positivo, no hay otro camino para evolucionar.
Un mentor me decía: “El verdadero líder es quien no tiene miedo de exigir y crecer. Quien se va porque le exigen, no quiere crecer”. Claro, cuidando las formas: el respeto, la empatía y la asertividad que no son negociables.
La clave está en entender que cuando te has exigido al máximo y algo no sale como querías o esperabas lo aceptemos, porque simplemente es perfecto, así debe ser. La diferencia entre el que busca la perfección y busca la excelencia está en la postura que se toma frente a cada situación, en hacerse cargo, en aceptar, en confiar, aprender y avanzar.
Tantos procesos de Líderes que mueven cultura nos muestran con claridad que la persona excelente se concentra en sus hábitos, mira hacia adentro, reconoce sus talentos, reconoce sus puntos débiles, escucha y recibe consejos, se incomoda, trabaja incansablemente. Por eso hace parecer fácil liderar desde el ejemplo, no porque lo haga perfecto, porque da señales de cambio, de excelencia, de mejora constante.
Cambiemos el enfoque de “todo debe ser perfecto” a “siempre puedo mejorar” porque todo es perfecto.
En las organizaciones pasa lo mismo, vamos a trabajar con disciplina, determinación, intensidad por lograr una cultura que nos impulse los resultados, vamos a trabajar por una cultura “deseada”, como muchos la llaman o “soñada” como otros la prefieren, pero nunca vamos a alcanzarla. Eso es real, nunca se alcanza, pero quien se detenga un solo día y pare de cultivarla, la cultura se reseca, se ahoga. La cultura necesita líderes que busquen la excelencia todos los días, sin descanso.
Todavía hay líderes que creen que un externo va a hacer por ellos lo que no hacen por sí mismos. Nosotros en Caramelo Escaso somos un aliado que impulsa la acción, entrega herramientas, descubre lo que nadie está viendo, lo hace simple, con método, pero sin un líder buscando la excelencia simplemente nada pasa desde su cultura. Quien quiera llevar la cultura a la acción, debe primero comprometerse con lo que eso significa, la transformación empieza por cada uno.
“La perfección puede hacer que te obsesiones con detalles insignificantes. La excelencia te ayuda a enfocarte en lo que realmente agrega valor”.