Sentir es difícil e incómodo. El problema es que no existe una manera de adormecer solo los sentimientos incómodos. Cuando adormecemos la tristeza, adormecemos la felicidad.
Creo que podemos decir con confianza que todos estamos buscando la felicidad. También podemos decir que la mayoría creemos que si somos más saludables, o si tenemos una relación amorosa o más dinero, seremos más felices.
Alcanzar estas metas sí nos trae satisfacción, pero no hace que nuestra vida sea perfectamente feliz todo el tiempo. Alcanzar nuestras metas nos trae orgullo y satisfacción, pero la tristeza, el miedo y la rabia siempre serán parte de nuestras vidas.
Hoy estoy convencida de que más que buscar la felicidad como la meta última, es mejor buscar la vitalidad. Para mí la vitalidad es sentir. Es amar tanto que el corazón nos duela. Es sentir el miedo y encontrar la valentía. Es sentir el dolor del fracaso porque te arriesgaste a luchar por lo que más te importaba. Y es sentir gratitud profunda al ver un amanecer o escuchar una melodía que te toque el corazón.
Sentir es difícil e incómodo y entiendo que queramos anestesiar nuestros sentimientos. El problema es que no existe una manera de adormecer solo los sentimientos incómodos. Cuando adormecemos la tristeza, adormecemos la felicidad. Cuando adormecemos el miedo, adormecemos la valentía. Cuando adormecemos la rabia, adormecemos la verdadera paz interior.
Hace unos días, mi amigo Adam escribió en Facebook una comparación de su vida antes y después, que me encantó. Él escribió:
Antes: No era feliz ni infeliz. No estaba bravo, ni estaba alegre. No sentía mucho. Ahora: feliz y triste. Bravo y alegre. Sintiéndolo todo.
Antes: sin miedo. Nada me asusta. Me siento bien. Ahora: siento miedo a menudo. Estoy dispuesto a sentir miedo. Y, aun con miedo, sigo adelante.
Antes: muy eficiente, rígido y productivo. Todo cabía dentro de un proceso y había poco tiempo para la espontaneidad. Ahora: fluyendo con la vida. No existe tal cosa como que las cosas no funcionen. Solo existe el presente y lo que quiero hacer con este momento.
Hay una parte de mí que quisiera que hubiese una fórmula mágica donde solo pudiéramos ser felices… pero así no funciona la vida. Si queremos ser felices, tenemos que también sentir la tristeza, la frustración y el dolor.
Así que mi invitación hoy es que en vez de pensar que la felicidad es la meta última, hagas de la vitalidad tu propósito. Es mi deseo que tu corazón te duela al ver a un niño en la calle y que tu corazón te duela también al abrazar a alguien que ames. Es mi deseo que sientas miedo para que encuentres valentía y que te salgan lágrimas al apreciar un momento hermoso. Es mi deseo que vivas con vitalidad.