Se sienten “turistas” en su propio barrio  

En el sector, el valor del suelo se incrementa desmedidamente en relación directa con la llegada de nuevos proyectos de vivienda hotelera. Última entrega de la serie sobre el impacto de la turistificación en el barrio Manila.

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La tienda de Gonzalo Marín Molina está llena de historia. El refrigerador, las estanterías, el mostrador y la publicidad amarillenta en las paredes dan cuenta del paso del tiempo. Su negocio, el más antiguo del barrio, congregaba a decenas de vecinos que se reunían allí a tertuliar sobre cosas de la vida.

“Chalo” recuerda la novedad que significó para todos los primeros misters que llegaron a la zona, hace más de tres décadas. Con su piel pálida, cabello dorado e inglés nativo, esos “monos”, como los llamaban, marcaron el inicio de una peregrinación que ha repercutido en la transformación del entorno.

Antes ellos eran los visitantes, hoy nosotros somos los ‘turistas’. Yo ya no tengo amigos por acá y son pocos los conocidos. En esta cuadra solo hay tres familias y en todo el barrio, si acaso, quedan 20”, dice, revestido de nostalgia.

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Él y su sobrina tienen una casa de dos pisos. Los comisionistas ya se cansaron de insistirles que vendan. “Por muy buena plata que den, no se justifica. Lo que hoy ofrecen, en un año se puede duplicar. Y, aun así, no nos interesa. Por los menos yo no me voy de donde he pasado toda mi vida”, detalla.

Aunque ya son pocos los vecinos que llegan a su tienda, Gonzalo abre todos los días como parte de su rutina. Ahora turistas y transeúntes son sus principales clientes. Dice que siente nostalgia por los cambios del barrio.

Una historia similar ocurre con los Vasco Ospina, quizás la familia más tradicional de las pocas que subsisten en Manila. “Los herederos somos ocho hermanos: acá vivimos tres. Todos nos pusimos de acuerdo para no vender. Siempre me toca despachar a dos o tres que arriman con oferta de compra”, cuenta, entre carcajadas, Ruth.

La casa de los Vasco, llamados coloquialmente como “Los loros”, sigue siendo punto de encuentro de la vecindad de Manila. En la foto, la profesora Carmen Lucía Ossa, a la izquierda, conversa con la anfitriona Ruth Vasco Ospina, a la derecha.  

Estos dos casos, excepcionales, no ahuyentan el afán desmedido de los inversionistas. Amparados por el Plan de Ordenamiento Territorial -POT-, aprobado por el Acuerdo 48 de 2014, diariamente los constructores concretan nuevos proyectos de vivienda turística de “mediana mixtura” (concentración media de actividad comercial y de vivienda) en el polígono residencial de Manila.

“Estamos excavando en lo que será el sótano. El edificio tendrá cinco pisos desde el nivel de la calle y una terraza, como lo permite la norma. Para los interesados hay modelos de negocios que garantizan el retorno de su inversión”, describe Nicolás Rodríguez, director de obra.  

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La casa blanca, con techo de cañabrava, puede tener más de cien años. Algunas voces claman por su preservación, pero el entorno se está transformado. A la izquieda, en el predio aledaño, se levanta otro proyecto hotelero bajo el modelo de participación accionaria. Antes, en ese lote hubo una casa, también tradicional.

Hasta hace poco más de un año en el predio donde hoy se levanta la construcción coordina Nicolás había una vivienda clásica. Luego de un incendio que consumió casi todo el techo, sus propietarios decidieron venderla.

También la propietaria de Su Naranja, otra tienda emblemática de Manila, se resiste a vender e irse del sector. Esta esquina, ubicada en la carrera 43E con calle 11, está rodeada por unas siete edificaciones de vivienda turística.

Para Lucas Gómez Cuartas, emprendedor e inversionista en bienes raíces, Manila ofrece todas las ventajas para el desarrollo del negocio inmobiliario. En el último lustro, su sociedad construyó dos proyectos de vivienda turística en el barrio: Landmark y Heiss.

“Ahora el turista no busca hoteles convencionales como los que hay en la avenida El Poblado. El visitante prefiere alojamientos que estén cerca de zonas de entretenimiento y que posibiliten otras opciones. Aunque cada vez es más difícil conseguir predios seguiremos apostando por Manila y Astorga”, destaca el empresario, quien se ha interesado en hacer un turismo diferente para Medellín.

Pese a la sobresaturación de estructuras para vivienda turística, Manila preserva en muchas partes su esencia de barrio. El sector se destaca por su trazado urbano y áreas verdes.

Atraído por la reputación de Medellín como destino turístico, Jonathan Harchies, ciudadano belga, llegó hace cuatro años a la ciudad con ganas de invertir: “Quiero abrir una panadería francesa en Manila. Me encantan el clima, la gastronomía y la manera como acá rinde la plata. En Europa todo es muy caro”, comenta.

Grandes estructuras de acero como plumas, grúas, mezcladoras y andamios irrumpen en la dinámica barrial de Manila. En este momento en el sector se construyen diez proyectos de vivienda turística.  

Durante el desarrollo de esta serie, Vivir en El Poblado contabilizó en el sector diez obras de construcción; y al menos, siete proyectos más de vivienda turística, con licencia aprobada por alguna de las cuatro curadurías urbanas de Medellín.

Informes anteriores de la serie: La turistificación devora a Manila https://vivirenelpoblado.com/la-turistificacion-devora-a-manila/ y Manila, el barrio que se transformó en vivienda turística https://vivirenelpoblado.com/manila-el-barrio-que-se-transformo-en-vivienda-turistica/

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Se estima que en el sector hay cerca de 70 opciones de alojamiento en todas sus tipologías. De los hostales de dos plantas se pasó a edificaciones verticales de cinco pisos, con terrazas, zona húmeda y sótano.  

Ante la sobresaturación de estructuras hoteleras, en todas sus tipologías en el polígono de Manila, el Departamento Administrativo de Planeación -DAP- indicó: “Estamos adelantando estudios técnicos para plantearle a la ciudad alternativas de regulación de vivienda turística que sean más viables y aceptables, en términos de aprovechar las oportunidades del turismo, pero sin desplazar a la vivienda tradicional”.

Según varias fuentes consultadas, en $18 millones se estima el valor aproximado del metro cuadrado en Manila para la venta, en obra nueva. Para la compra, sin intervenir, el valor oscila entre los siete y $10 millones. En el barrio se pasó del hostal clásico de uno o dos pisos a edificios de cinco o seis niveles, cobijados por el formato de media mixtura.

Recorridos de memoria en Manila

El antropólogo e historiador Víctor Ortiz Gómez recuerda que, a comienzos del siglo XX, los ricos de Medellín se iban a veranear a campos ubicados a dos horas de camino, justo donde hoy queda Manila. Agrega que, también luego, pasaron por allí El Carretero, un sistema de transporte de coches halados por caballos, y uno de los tranvías pioneros de la ciudad.  

Con historias como estas, se quiere convocar la atención de las familias que todavía habitan en el área y de los visitantes que confluyen en el territorio. “Con recorridos guiados queremos exaltar la memoria cultural y patrimonial del sector. Diseñamos una ruta donde convergen residentes y turistas”, explicó Lina María Duque Duque, directora de la Corporación Barrio Manila.

Dentro del polígono del barrio están la estación de Policía El Poblado, el Más Cerca, la Casa de la Cultura El Poblado y el Centro de Salud de Metrosalud; además, cuenta con polideportivo, parque infantil (Los Almendros) y pista de roller skate. Así mismo, el cementerio San José está en este teritorio de la comuna 14. Por estas razones, Manila es considerado como el “corazón” de El Poblado.

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