Polillar, un nuevo verbo para muchos: disfrutar de uno de los insectos más hermosos y sorprendentes. Se estima que en Colombia hay cerca de 40,000 especies.
A mí. Me encantan. He descubierto un mundo increíble que cambia cada hora que le doy vuelta al bombillito en el que les tomo fotos.
Aún recuerdo lo que eran para mí cuando pequeño: un insecto misterioso que se comía la ropa o salía de los bolsillos de los personajes de caricatura que no tenían con qué pagar. El olor a naftalina de algunos armarios era señal de lo indeseables que debían ser.
Ya un poco más mayor, sólo veía una nube de bichos revoloteando en los bombillos y, de vez en cuando, una enorme posada en algún rincón del techo, atemorizado de pensar que el polvillo de sus alas me dejaría ciego.
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Un día vi una, muy de cerca, a plena luz del día. Le tomé una foto y se la envié al tío de un amigo al que le gustan. Sarsina purpurascens, me dijo. Como si hubiera conjurado un hechizo sobre mí, empecé a notarlas, a ponerles atención, a buscarlas, a atraerlas y a fotografiarlas. Sobre todo, empecé a aprender un poco de ellas. Compré una lámpara que las atrae y una luz para poderles tomar mejores fotos. Me uní a un grupo de gomosos de los lepidópteros (mariposas y polillas). Empecé a tratar de identificarlas. Encontré unas que pocos han visto. Y todo ha ido empeorando de ahí en adelante. Cuando estoy en el campo, no veo la hora de que oscurezca para salir a buscarlas.
Resulta que la imagen que tienen muchos de las polillas, del insecto soso, descolorido, aburridor, dañino o por lo menos poco interesante, no puede estar más lejos de la realidad. En Colombia se estima que hay alrededor de 3,600 especies de mariposas (para no complicar la cosa: aquellas de comportamiento diurno). De polillas (comportamiento nocturno), algunos estiman que puede haber hasta 40,000. ¡40,000! Para hacerse una idea, tenemos alrededor de 3,900 especies de orquídeas, 1,950 de aves y 520 de mamíferos.
Verdes, rojas, amarillas, azules, negras, grises, cafés. ¡De todos los colores! Diminutas, pequeñas, medianas, grandes, gigantes. ¡De todos los tamaños! Cuadradas, redondas, puntudas, triangulares. ¡De todas las formas! Rayadas, punteadas, fondo entero, con ocelos, con bordes. ¡De todos los estilos! Peludas, lisas, brillantes, opacas. ¡De todas las texturas! En forma de hoja, de avispa, como excremento de ave, hoja seca o ramitas. ¡De todos los camuflajes!
Lo más importante que he aprendido es acerca del crucial papel que juegan en la naturaleza. Para empezar, son alimento de mi otra pasión: las aves (y muchos otros animales). Son grandes polinizadoras. ¡Y nos alegran la vista! Que ya no llenen los bombillos de la ciudad no es motivo de celebración, sino de preocupación. Es señal de que tal vez se nos está yendo la mano con el cloro, los pesticidas, los herbicidas y los fungicidas.
Polillar será un nuevo verbo para muchos. Y las polillas, créanme, un nuevo mundo. Seguro muchos pondrán un poco más de atención de ahora en adelante: ¡Sarsina purpurascens!