Buenos días. No sé si a lo mejor se enteró de lo que sucedió el jueves 6 de febrero en la universidad Eafit: al parecer un funcionario se lanzó al vacío, mejor dicho: se suicidó. Y cito textualmente: “…por respeto a la familia, la universidad se abstiene de dar más detalles”. Sin embargo, leyendo los tweets de estudiantes, dicen que se trató de un jóven menor de 22 años.
Pero acá no vamos a entrar en debate sobre quién tiene la razón, pues el hecho como tal es que murió un ser humano.
Es una lástima que tengan que suceder este tipo de cosas para que recordemos cuán importante es la salud mental (aplicada bien sea desde la psiquiatría, psicología) para cualquier ser humano sin importar su estrato, su color, etcétera. Pues esta, no sé si usted también tenga esta apreciación, es igual o más importante que la vida académica o profesional de cualquier persona.
Ojalá esta situación sirva para que las instituciones educativas le presten mayor atención a este tema. Pues a fin de cuentas son estas las que determinan el ritmo (generalmente frénetico, en mi opinión) que debe seguir un estudiante desde que comienza la vida universitaria hasta que se gradúa.
Me pregunto: ¿De qué sirve sacar las mejores notas, tener posgrados y cuantos estudios existan si por dentro es una persona con ansiedad, depresión, etcétera? La responsabilidad de una institución -en mi opinión- es formar personas íntegras y eso quiere decir balanceadas en todos los ámbitos –en este caso mental, emocional, académico y profesional-. Dejemos ese tabú que existe frente a la salud mental.
Ya para terminar le quiero compartir algo: llevo unos años yendo donde una psicóloga y hoy puedo decir, siquiera llegué allá. Pues me di cuenta de que no me las sabía todas, debía desaprender una cantidad de creencias que me perjudicaban. Al final somos -hablando de manera coloquial- productos no terminados, siempre estamos cambiando ¿O usted qué opina?
Un excelente día.
Por Sebastián Rico