En estos días vi un video de muñequitos, que me pareció lo máximo (favor ver al final), en el que unos tiburones se sentaban a ver “La semana del humano” (leerlo con voz del señor que anuncia La semana del tiburón en Discovery) en TV. Y, claro, se me prendió el bombillo y me acordé de que esta es la famosa semana de mis amigos escualos, de quienes soy fan #1. (Escualos igual tiburones, vecis. Vecis igual abreviación para vecinas/os).
Decidí, entonces, que hoy quiero conversar sobre estos animales marinos, a quienes hemos demonizado y de los cuales existe una gran desinformación. Para la muestra un botón: ¿qué es lo primero que se les viene a la cabeza cuando leen u oyen la palabra “tiburón”? Fijo, que son malos, que comen gente, que son agresivos, que qué miedo, que son feos, etcétera. Claro… con todo lo que nos han metido en la cabeza sobre estos animales, ¡es normal que la mayoría piense eso! (gracias, Spielberg. Ejem.)
Pero, resulta que nosotros –sí, nosotros, los seres humanos de Medellín o de cualquier lugar del mundo– dependemos de los tiburones. Ya les voy a contar por qué, aunque antes voy a hablarles un poquito sobre quiénes son ellos, dónde viven y a qué se dedican.
Les cuento que los tiburones son peces –primos de las rayas y las quimeras– que nadan en nuestros océanos desde hace 400 millones de años (nosotros, los humanos modernos, apenas llevamos 200 mil años andando la Tierra – o sea, apenas un 0,05% de lo que llevan nuestros amigos aquí, ¿listo?). Actualmente se conocen alrededor de 400 especies, entre las cuales hay unas pequeñitas, como el tiburón linterna enano, que mide menos de 20 centímetros y vive en aguas profundas de Colombia y Venezuela, y otras grandecitas, como el tiburón ballena, que vive en las aguas tropicales de todo el planeta y es el pez más grande del mundo, con hasta 15 metros ¿Alguien ha nadado con este hermosito? ¡Ese es uno de mis sueños!
También les cuento que la mayoría de los tiburones son carnívoros (ya todos conocemos a los temidos tiburón blanco, tiburón tigre y tiburón toro), aunque hay algunos, como el ballena, el peregrino y el boquiancho (estos dos últimos muy raros, muy bacanos y muy difíciles de ver) que se alimentan de plancton y son “mansiticos”. Unos viven a mucha profundidad, otros en la superficie, algunos en mar abierto y otros en arrecifes de coral o cerca a las costas. Pero, lo más bonito de todo es que, independientemente de dónde se encuentren, los tiburones se dedican a jugar un papel fundamental en el mantenimiento de los ecosistemas, de la salud del océano (y de nosotros, por ahí derecho) y, ¡de la economía!
Sus agudísimos sentidos del olfato, de la vista y del oído los convierten en unos de los principales depredadores marinos y, por lo tanto, en unos de los principales indicadores de la salud del océano. Al ser depredadores controlan las poblaciones de otros peces, mantienen en equilibrio a sus competidores y sostienen la biodiversidad marina y el buen estado de los ecosistemas (por ejemplo, de los arrecifes de coral). Además, su existencia garantiza importantes ingresos por cuenta del turismo de observación y buceo con ellos (se estima que un tiburón vivo puede suponer un ingreso de hasta 2 millones de dólares) y, por otro lado, sostiene a muchas pesquerías de gran importancia económica (ejemplo: las vieiras en Carolina del Norte, EE.UU).
Como ven, los tiburones se dedican a mantener un océano sano y en equilibrio, del cual, como ya sabemos, dependemos para respirar, para tomar agua y, ¡hasta para vestirnos! A lo que sí no se dedican mis amigos escualos es a comer humanos. Ajá. Así como lo leen, vecis. Sus famosos ataques suceden porque ellos nos confunden con sus presas (otros peces, focas, tortugas) y no porque quieran alimentarse de nosotros. De hecho, por ataques de tiburón mueren, en promedio, 7-10 personas/año, mientras que por accidentes de carro mueren, en promedio, 1.3 millones de personas/año. ¿Qué será más peligroso, entonces?
Por otro lado, ¿saben cuántos tiburones mueren al año por causa de los humanos? Alrededor de 90 millones es la respuesta. La pesca indiscriminada para hacer sopa de aleta de tiburón o para hacer el famoso cartílago que tanta gente conocida se toma para las articulaciones es una de las principales causas de que hoy solo quede el 10% de los tiburones que había hace 50 años. Muchos son tirados vivos al mar, después de cortarles las aletas, por lo que se hunden sin poder nadar. Muchos otros se mueren porque se quedan atrapados accidentalmente en las redes de pesca.
“¿Quién será el depredador?”, me pregunto yo.
Por favor:
• ¡No coman sopa de tiburón!
• ¡No compren cartílago de tiburón!
• ¡No coman carne de tiburón!
Recuerden: nuestra existencia depende del océano y éste depende, en gran medida, de los tiburones.
¡Salud tiburonera!
Links recomendados
• Video de muñequitos:
(recomiendo todos los cortos. ¡Son buenísimos!)
• Corto documental “I’m just a shark” (en inglés):