Este 13 de marzo los colombianos tenemos nuevamente la posibilidad de defender, con nuestro voto, el privilegio de vivir en una democracia.
La pregunta surgió en uno de los tantos debates preelectorales que están organizando los medios de comunicación: ¿Hay democracia en Colombia? Los precandidatos asistentes a ese debate respondieron al unísono: No. Y, de ahí en adelante, se convirtió en una pregunta obligada para los demás políticos en contienda…
Una pregunta simple, que, si se analiza de fondo, estaba respondida antes de ser formulada. El solo hecho de que se le hiciera a un grupo de personas que está en contienda electoral, es decir, que están sometiendo su nombre al escrutinio público, para que sea la ciudadanía la que decida si continúan o no en campaña, y si, por decisión de la mayoría, uno de ellos llega a ocupar el cargo más importante del país. Las voces que se levantaron a partir de esa respuesta rápida y efectista de los participantes de ese debate recalcaron la contradicción.
“Colombia es una democracia, por supuesto. Una democracia que ha estado en vilo muchas veces, y que tiene grandes imperfecciones. Pero una democracia, al fin y al cabo”.
Colombia es una democracia, por supuesto. Una democracia que ha estado en vilo muchas veces, y que tiene grandes imperfecciones. Pero una democracia, al fin y al cabo, con separación de poderes, con pesos y contrapesos, con una Constitución que traza la ruta de todas nuestras decisiones.
¿De qué estamos hablando? De eso que se inventaron los atenienses en el siglo VI a.C., como recuerda Fernando Savater en su libro Política para Amador: “Los griegos inventaron la polis, la comunidad ciudadana en cuyo espacio artificial, antropocéntrico, no gobierna la necesidad de la naturaleza ni la voluntad enigmática de los dioses, sino la libertad de los hombres, es decir: su capacidad de razonar, de discutir, de elegir y de revocar dirigentes, de crear problemas y de plantear soluciones. El nombre por el que ahora conocemos ese invento griego, el más revolucionario políticamente hablando que nunca se haya dado en la historia humana, es democracia”.
Estamos a diez días de las elecciones parlamentarias y de las consultas interpartidistas en Colombia, y es el momento de defender ese “invento griego” que nos ha costado mantener con lágrimas, sudor y sangre en este país. En un mundo convulsionado, con tiranos enceguecidos por el poder, esbozando las armas como su único argumento, vale la pena mirar hacia adentro y proteger esa posibilidad que tenemos de razonar libremente, discutir sin que nos callen, elegir y ser elegidos por la mayoría.
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Salir a votar el domingo 13 de marzo es refrendar un derecho que nos hemos ganado y hemos sostenido a pulso en Colombia. Es algo que se nos olvida con frecuencia, y con razón: tenemos el privilegio de vivir en una democracia, pero no hemos sido capaces de resolver en conjunto los graves problemas de inequidad e inseguridad que se han anquilosado en nuestro país. Pero no nos podemos rendir, y otra vez tenemos la posibilidad de elegir, con nuestro voto, a las personas que pueden luchar por resolver esos problemas. Como dice Savater, de eso se trata la política, de consensos: “El acuerdo con los demás, la coordinación, la organización entre muchos de lo que afecta a muchos”.