Ruido navideño

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En muchas ciudades del mundo se recibe Navidad con la encendida de miles de luces, la apertura de mercados navideños en parques que son el centro de encuentro perfecto para las familias. Desde Alemania, donde los calendarios de adviento marcan con ritmo y dulzura la cuenta regresiva hacia Nochebuena, hasta Dinamarca donde, por ejemplo, el parque Tivoli abre sus puertas vestido de gala y late más fuerte como el corazón de la hermosa Copenhague; todas las ciudades se preparan para vivir un mes lleno de luz y magia. 

En Madrid, el inicio de la Navidad sucedió el 28 de noviembre con el encendido de luces, un ritual muy esperado que comienza en la icónica Puerta del Sol. También en Praga, donde los ciudadanos esperaron ilusionados el encendido de las luces que visten sus calles este mes. 

En Australia, cuando llega la Navidad también llega el verano, y estos meses se disfrutan en la playa. Es muy común ver a los surfistas vestidos de Santa Claus y a los niños haciendo arbolitos de arena junto al mar. Asimismo, sucede en Brasil y en los países del sur de América Latina que reciben el verano con fiestas y distintos rituales que honran al sol y celebran el calor. 

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Nosotros entendemos que la Navidad inicia con la llamada Alborada que se ha instalado en los años con tanto brío, y se cierra el 31 de diciembre llena de gritos y pólvora. 

Aunque es sabido que el uso indiscriminado de la pólvora afecta a cientos de animales silvestres y domésticos, en Medellín, ciudad donde se han registrado aproximadamente 460 especies de aves, cada año, en la madrugada del 1 de diciembre, caen infartadas cientos de ellas aturdidas por el estruendo que inunda los cielos de la ciudad. 

Nuestra Navidad es ruidosa, violenta y triste. Aunque las campañas de cultura ciudadana aborden este tema, los esfuerzos por parte de las administraciones aún no parecen ser suficientes.  La pólvora continúa dejando heridos por doquier y mascotas asustadas y perdidas. En Medellín, en la Alborada de este año, la Policía Metropolitana atendió más de 700 riñas y recibió más de 900 llamadas por alteraciones de orden público, según Caracol Radio. Es evidente pues que nuestra cultura navideña no solo supera los decibeles justos para vivir un mes tranquilo, sino que se desborda la agresividad y el licor se proclama rey. 

Navidad es una época que invita a la paz, a la unión y a la alegría; sin embargo, este tiempo nos deja siempre un sinsabor cuando lo asociamos con el ruido excesivo, las peleas y los heridos. Es un asunto cultural. Hemos normalizado las fiestas de los otros que invaden nuestros espacios, las calles cerradas de manera arbitraria, los escándalos cuando la fiesta va llegando a su fin, y las madrugadas donde se escucha el eco de los voladores, el llanto y el ladrido de algún perro que ha pasado una mala noche. 

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Para cambiar esto es necesario que todos nos sintonicemos con el deseo de vivir una Navidad que respeta al otro; donde todos cabemos y podemos reunirnos para celebrar. Una Navidad llena de belleza, de esperanza, de gratitud, de diversión y de bienestar donde nos reencontramos con quienes amamos y nos abrazamos deseando más vida para el año que viene. Donde la risa de los niños nos contagia de optimismo y la vida de nuestros padres y abuelos son el regalo más preciado. 

Las Navidades en el mundo son distintas. Algunas son elegantes, otras son pequeñas, unas son simples y otras abundantes. Las Navidades marcan un cierre, pero también la promesa de un nuevo comienzo. ¿Por qué hemos decidido nosotros que esto sea problemático? Tenemos el poder de que en esta Navidad convivamos en armonía, dejemos a un lado la cultura del ruido y la violencia y celebremos de una nueva forma un nuevo comienzo: uno lleno de paz y amor.

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