Más de 60 años en el golf y 127 títulos hacen de Rogelio González la historia viva de este deporte en Colombia. Formó a Camilo Villegas y hoy en día continúa compartiendo su experiencia
Por José Fernando Serna Osorio
El golpe más certero que le dio la vida a Rogelio González fue a los 11 años. Fue tal el impacto que lo mandó tres kilómetros y medio por una carretera polvorienta, entre Envigado y Medellín, descalzo y con solo unos harapos encima. Roger cayó sin dar rebote y encajó como una bola de golf en el hoyo. Golpe perfecto.
Envigado, 1953. Doña Margarita Jaramillo fue la matrona de un hogar que se quedó sin figura paterna cuatro años antes. Don Eduardo González falleció a los 38 años tras una cirugía y dejó 7 hijos para criar, entre ellos Rogelio. Era una familia de clase media baja en una época en que las posibilidades económicas estaban aún más lejos de los pobres.
Rogelio o Roger, como lo conocen sus amigos, salió bien temprano un día cualquiera de ese año rumbo a Medellín. No tenía zapatos. El hambre que había aguantado hasta aquellos días no se comparaba con las ganas de llevar un centavo al hogar. Cogió carretera y ese golpe del destino lo aterrizó en el Club Campestre, de El Poblado.
Eran épocas en la que la capital antioqueña desarrollaba todo un emporio empresarial. Ya Coltejer era una empresa de nombre, Pintuco despuntaba y otras se copiaban los modelos de desarrollo para catapultar la ciudad como líder industrial. Esos personajes que impulsaron el progreso pasaban largas tardes en el Club Campestre, el club social en el que disfrutaban de una vida de placeres.
“Mi hermano era caddie en el Club y me consiguió una cita con el gerente. Me hicieron una prueba para ser caddie y la pasé. Desde ese día a hoy han pasado 63 años. Al golf, siendo un deporte tan costoso, llegué por necesidad y con él he conseguido todo lo que soy”, narra con una sarta de anécdotas Rogelio.
Descalzo cargaba los palos de personajes ilustres de la sociedad paisa. Carlos J. Echavarría, Rodrigo Uribe y Horacio Saldarriaga contaban con el humilde caddie descalzo en el recorrido por el campo de juego, este último fue el que de manera cómplice le enseñó todo sobre el golf y “bajo cuerda” apostaban un tinto y una gaseosa Carta Roja.
“Don Horacio, al inicio, me daba 23 golpes de ventaja. A los tres meses jugábamos mano a mano y a los seis meses yo le daba los 23 golpes de ventaja (risas). Entrenaba en los poteros donde hoy está el Éxito de Envigado, allí había una cancha de polo y el administrador lo único que me advertía era que no le fuera a matar un caballo de un golpe con una bola”, cuenta Roger.
La esposa de Horacio Saldarriaga fue la encargada de la bendición premonitoria, sobre el futuro. Auguró títulos en este deporte para el humilde joven de Envigado. Rogelio se esforzó y siguió los consejos de los que considera sus padres adoptivos: Guillermo Felice, Carlos Rusisca y Oswaldo De Vicenzo, es
te hermano de Roberto, el considerado por Rogelio como el mejor jugador en la historia del golf.
Así se empezó a forjar el futuro campeón de cinco títulos de golf en Colombia, trece abiertos del Campestre, seis del Club El Rodeo y otros dos más de caddies en Colombia (1958-1959). En total, 127 títulos que enorgullecen al mejor golfista por 35 años en nuestro país.
Roger: el histórico… pero del golf
Fue tanta el hambre que aguantó en su niñez que como pocos disfruta de la comida. Así dice entre risas el amante de los tangos. Su antojo de pronto se despierta por un asado, del que se considera experto. Ama tomarse una botella de vino, comerse una carne y escuchar a Carlos Gardel u Oscar Larroca.
Aprendió en su trasegar por el Club
Campestre a mantenerse impecable. De pies a cabeza, Rogelio es sinónimo de elegancia, pero muy al estilo paisa. Un sombrero aguadeño lo acompaña como sello personal. A lo lejos, sus alumnos lo distinguen por ese símbolo en medio de los amplios campos verdes.
La modestia no vale en la hoja de vida de este hombre de 77 años. Aún recuerda cuando en un torneo, en 1988 escuchó a un par de niños secretearse uno al otro: “Con ese es que hay que tomar clase”. Años después el mundo deportivo hablaría de Camilo y Manuel Villegas, el primero, la carta más sobresaliente de los últimos años en el golf para Colombia.
“Apunte ahí: Lo que más deben recordar de mí es que siempre me esforcé por ser un ejemplo de vida”, entre risas se marcha Rogelio corriendo a seguir con su tarea, la de enseñar un deporte que lo recibió como un niño humilde y lo mantiene como un hombre humilde.