¿Es tiempo de revocar al alcalde de Medellín? A 30 días del despegue de su gestión, ¿sacar a este o a cualquier Alcalde? Quintero no ha tenido tiempo de incumplir su Programa de Gobierno.
Pero claro que es un derecho político de la ciudadanía ejercer control y garantizar la eficacia en los actos del Estado y, por supuesto, tramitar la revocatoria del mandato de su alcalde o su gobernador, en caso de insatisfacción general por su labor, tal como le ocurrió en 2018 a Nelson Javier García, en Tasco. Es sensato que si un funcionario no está ofreciendo la gestión debida en favor del interés común, no termine su periodo y su salida permita recomponer la administración.
En Medellín ya va para dos semanas la movida en redes sociales y en corrillos que promueve la #RevocatoriaADanielQuintero. Se aducen desde “la concupiscencia y complicidad para con los vándalos y sus acciones”, estas referidas a los desmanes generados durante las protestas del 21E, que impactaron sin razón, de manera condenable y en la ley del bandido, a personas, propiedades privadas e infraestructura pública; hasta afiliaciones de Quintero con movimientos y representantes de la vida política nacional.
Desde 1996 diferentes municipios de Colombia han tramitado ante la Registraduría más de 10o revocatorias. Solo una, en Tasco, Boyacá, prosperó en las urnas.
Pero ¿es tiempo de revocar al alcalde de Medellín? A 30 días del despegue de su gestión, ¿revocar a este o a otro alcalde? En el caso presente, todavía sus equipos de trabajo no terminan de conformarse y su plan de desarrollo apenas está en proceso de estructuración final y debe iniciar un curso de seis meses para la aprobación en el Concejo Municipal, como es habitual en cada Alcaldía. Seis meses que generan cada cuatro años la misma sensación de que es un periodo muy extenso en el que esta ciudad de tantas urgencias queda sumida en una especie de operación tortuga.
Presentar incumplimiento en el Programa de Gobierno es una de las causales de revocatoria, pero no es procedente descalificar hoy a Quintero por sus ejecutorias en empleo, educación, movilidad sostenible o tarifas de los servicios públicos cuando apenas inició el primero de enero. Los desmanes vividos el 21E, el debatible gesto de Quintero de despintar el aerosol del vandalismo -¿era su tarea?-, el cuestionable calificativo de “las pinturitas”, no tienen el peso requerido para acudir al proceso de revocatoria. Para cerrar el caso, la Registraduría indica que deben transcurrir doce meses después de la posesión para considerar el escenario.
Bienvenidos del debate, el intercambio de ideas, la expresión de la insatisfacción, la presión desde la ley por una buena gestión. Medellín y sus retos exigen una ciudadanía activa y vigilante. Pero bienvenidas también la oportunidad, la proporcionalidad y el enfoque. Esta ciudad arrastra muchos pendientes y sobran los ruidos.