La revista tuvo una vida efímera: sus diez números fueron publicados entre el 15 de febrero y 20 de junio de 1915. El primer director fue León de Greiff y lo acompañaban en la redacción Teodomiro Isaza, Rafael Jaramillo A., Bernardo Martínez, Félix Mejía, Libardo Parra, Ricardo Rendón, Jesús Restrepo Olarte, Eduardo Vasco y Jorge Villa Carrasquilla. Posteriormente se integraron al grupo Fernando González, José Manuel Mora Vásquez y José Gaviria Toro. A partir del número cinco la dirección de la revista la asumió Félix Mejía. Ninguno de los integrantes superaba los veintidós años y la mayoría no llegaba a los veinte.
El grupo de jóvenes se reunía en el café El Globo, propiedad de don Francisco Latorre y que estaba ubicado en la calle Boyacá; en la nomenclatura de la época, sus puertas correspondían a los números 208 y 210. El Edificio Central donde estaba ubicado el café, era propiedad del General Pedro Nel Ospina. El Globo, además de su actividad etílica, ejercía como biblioteca de alquiler. El inolvidable investigador Miguel Escobar Calle, en un artículo sobre el grupo, reprodujo un curioso anuncio de la Biblioteca con las siguientes palabras: “La mejor de Medellín. Mil ejemplares casi todos nuevos y todos limpios y todos en buen estado. Obras científicas, viajes, novelas, historia, poesía etc., etc. De los más connotados autores. Tenemos el gusto de ofrecerla al público y muy especialmente a las damas de esta Capital”.
El ya reconocido novelista Tomás Carrasquilla, tío de Pepe Mexía, les pagaba el arriendo de una buhardilla ubicada en el tercer piso del mismo edificio para que sirviera de sala de redacción de la revista. Allí mismo era la sede del periódico El Espectador, así como la oficina del Doctor Lázaro Tobón, uno de los más reputados abogados de la ciudad quién permanentemente se quejaba de los escándalos de sus juerguistas vecinos.
La revista representaba a su vez una tradición y una ruptura. En efecto, era la continuación de una serie de publicaciones de carácter artístico-literario en la cual se pueden recordar títulos como El Repertorio Ilustrado, El Montañés, Lectura y Arte, Alpha etc. Pero en su contenido, el grupo Panida quería dejar sentada su ruptura con sus antecesores en el campo de la literatura y las artes. La generación anterior la representaban los fundadores de la narrativa antioqueña como Tomás Carrasquilla, Francisco de Paula Rendón, Samuel Velásquez o Eduardo Zuleta.
Es posible que el nombre de la revista, que a su vez da origen a la denominación del grupo, provenga del poema Responso a Verlaine de Rubén Darío, escrito poco después de la muerte del poeta francés y que en su primera estrofa dice:
Padre y Maestro mágico, liróforo celeste
Que al instrumento olímpico y a la siringa agreste
Diste tu acento encantador;
¡Panida¡ Pan tú mismo, con coros condujiste
hacia el propíleo sacro que amaba tu alma triste,
¡al son del sistro y del tambor!
Literalmente los Panidas serían los seguidores o descendientes del dios Pan, representado en la mitología griega como un ser mitad hombre mitad macho cabrío, hijo de Zeus y la ninfa Calisto. Se le asocia con la música y la poesía pues se la atribuye la invención de la flauta dulce, conocida también como flauta de pan.
Recordado por León de Greiff en su poema Balada trivial de los 13 panidas, el grupo de amigos estaba constituido por la heterogénea personalidad de cada uno de los integrantes. Por eso, más que una propuesta estética definida, el grupo pretendía dar testimonio de su rompimiento con los cánones sociales y culturales imperantes en la pequeña Villa de la Candelaria de 1915. Los rimbombantes seudónimos, la barba y la pipa, las lecturas desafiantes y en fin, desde la indumentaria hasta el lenguaje, reflejaban el afán esnobista de llamar la atención de la pacata parroquia.
En ese contexto se debe juzgar la importancia de Panida. No es un opus consolidado. Es la balbuceante expresión de unos jóvenes que iniciaban la construcción de una propuesta intelectual. Unos continuarían su búsqueda estética hasta el final de sus días: León de Greiff en la poesía, Fernando González en el ensayo filosófico, Ricardo Rendón en la caricatura, Pepe Mexía en la ilustración y la arquitectura, Tartarín Moreira en la música popular. Los otros buscarían su destino en distintas profesiones: José Manuel Mora Vásquez en el derecho, Jorge Villa Carrasquilla en la ingeniería, Jesús Restrepo Olarte en la industria, Eduardo Vasco en la medicina.
El número cien de la Colección Bicentenario, pretende pues conmemorar los cien años de un movimiento cultural que rompía las estructuras patriarcales de una aldea apacible y abría el camino para las nuevas propuestas estéticas que traían los vientos de la modernidad.
Nota: el autor de este prólogo ha usado como fuente la edición facsimilar de la revista editada por el Instituto Colombiano de Cultura –COLCULTURA, en 1983 y dos artículos obligatorios referentes al tema: la “Crónica sobre los Panidas” de Miguel Escobar Calle, publicada en la Historia de Medellín editada por Suramericana de Seguros en 1996 y el de Gilberto Loaiza Cano publicado bajo el título “Revista Panida”, en el Boletín Cultural y Bibliográfico de La Biblioteca Luis Ángel Arango, Volumen XLI, número 67, editado en 2005.