Esta es una mirada reflexiva sobre asuntos que deberían ser nucleares en cualquier empresa, relacionados con la gestión del recurso humano interno.
Es usual que este tipo de cargos no ocupen un lugar relevante en las organizaciones y sean subvalorados frente a otros de nivel directivo.
Una empresa exitosa concede al manejo de sus relaciones laborales tanta o más importancia que a otros aspectos organizacionales. No es posible una relación de largo plazo con los clientes o usuarios, sueño y deber de cualquier organización, si al mismo tiempo no se hace lo propio entre la empresa y su talento humano.
Toda empresa demanda directivos capaces, competentes, que cumplan con rigor los parámetros de selección y dediquen su mejor esfuerzo a la organización. No suele ocurrir así en el sector público, no obstante el buen ejemplo de EPM, ISA, el Metro de Medellín, la U. de A., la U Nacional y algunas otras, muy pocas. Pese a algunas señales preocupantes y la pérdida de rumbo propiciada por la anterior administración, EPM todavía lo es y hay que cuidarla para que continúe así.
Es cada vez más extendida la práctica de confiar las dependencias de gestión humana a personajes cuya función se centra en servir de cabezas de playa al directorio político o grupo económico que los recomienda. Es casi exótico que los elegidos para este tipo de cargos sean funcionarios de carrera administrativa interna. Quienes podrían tener los méritos son relegados por personajes de extracción política o, peor aún, con otro tipo de intereses extraempresariales, algunos de ellos impresentables. Una forma de corrupción que pasa inadvertida, pero de consecuencias finales deplorables.
La elección popular de alcaldes y gobernadores redujo el nivel de exigencia para escoger cuadros directivos en entidades de su respectivo resorte. En ejercicio de una facultad nominadora que por supuesto tienen, pero que debería estar acotada por principios éticos, cada funcionario electo, administrador temporal y no dueño del patrimonio que la ciudadanía le confía, dispone a su amaño de los cargos que controlan los puestos para sus clientelas. Por esa vía suele llegar gente mediocre por encima de cuadros internos competentes formados durante años.
Gente que llega a servir a otros y no a la organización que les paga. Como se saben temporales, suelen ser injustos, arbitrarios, ajenos al sentir de la organización que los contrata. Su lealtad se agota ante quienes los ubican en el cargo. No son pocos los casos de directivos de gestión humana que cumplen el triste papel de sicarios laborales.
En todas las empresas se miden los indicadores de servicio, la satisfacción del cliente, los indicadores operativos, las ventas, pero pocas veces se evalúan los resultados de quienes ocupan los cargos de gestión humana ni la percepción interna por sus ejecutorias.
Cuando el concepto del usuario interno se torna irrelevante el clima laboral se deteriora. No se pueden confiar las relaciones laborales a personas que desligan los resultados de las empresas de la gente que los hace posibles ni a quienes creen que salarios y condiciones de trabajo son un favor que se hace a su personal. Los trabajadores y empleados no son simples fichas del engranaje empresarial sino el motor de toda organización.
Una verdadera gestión humana tiene que partir de reconocer que es la gente la que está detrás de cada logro. Su principal reto es consolidar un círculo virtuoso en el cual cada trabajador se sienta en la obligación de dar lo mejor de sí porque sabe que la organización verá en él la génesis de los resultados obtenidos.
El éxito de una empresa radica en el trato que dispense a su gente, sin necesidad de caer en paternalismos porque es claro que los cargos hay que merecerlos y ganarlos día a día. Con mucha mayor razón, los cargos directivos.
Se requieren directivos que concedan al recurso humano la misma importancia que otorgan a negocios y utilidades.
Si bien este breve análisis se circunscribe al tema de las áreas laborales, no sobra recordar que los cargos relacionados con la contratación y los negocios son todavía más apetecidos y muchas veces confiados a verdaderos prontuarios ambulantes. Muchas entidades territoriales y los carteles de los pañales, el papel higiénico, el azúcar, los cuadernos, para citar solo casos recientes, son asociaciones para delinquir, tanto en el sector público como en el privado. Ese será tema de otra reflexión.