“Les confieso que soy un pescador bastante regular y un pasable cocinero por afición, que lleva más de 30 años cocinando y leyendo temas de gastronomía, pero eso no más. No soy profesional de las ollas y sartenes ni pretendo serlo. La naturaleza me dio el don del gusto, mi gusto, que no necesariamente es el de los demás, y entonces dedico esta afición y don a evaluar lo que veo y como”.
El párrafo anterior pertenece a la primera columna de Álvaro Navarro, publicada en mayo de 2007, para Vivir en El Poblado. En ella, con su acostumbrada humildad, este ingeniero electricista de profesión y viajero/sibarita de corazón introducía su gusto por emprender travesías gastronómicas, en compañía de su esposa Matilde Marín, en distintos rincones del mundo.
Estos viajes en torno a la buena cocina, en los que Álvaro recorría tanto plazas de mercado y negocios autóctonos pequeños como restaurantes top, eran transformados en vívidas narraciones que atrapaban por su calidez y su atención al detalle. 120 columnas, publicadas en un lapso de nueve años, es su legado en Vivir en El Poblado, aporte que se extendió a proyectos adicionales que se quedaron en el camino y a los que Álvaro contribuyó inmensamente con su conocimiento y entusiasmo.
Vivir en El Poblado lo recuerda con cariño y envía su más sentido pésame a su hijo Álvaro Ignacio, su esposa Matilde, su hermano Horacio y a todos sus familiares y amigos.
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