Es gratificante ver cómo estas nuevas generaciones aprovechan su talento, trabajando con seriedad y buen juicio
Filarmónica en Viena
Jueves 9 de abril por la tarde. Faltan dos días para el concierto. La orquesta ensaya bajo la dirección de Andriy Yurkevych, el director que acompaña regularmente a Ana Netrevko. Es un hombre bastante joven que se dirige a los músicos en italiano con cordialidad y precisión. Estamos en el sexto piso del edificio de la Ópera de Viena, en un gran salón, con un órgano y espacio suficiente para que la orquesta esté cómoda. La acústica es excelente, como podría esperarse. Sorprende que estos espacios, sin demasiada ingeniería, suenen tan bien. La música se oye de manera espléndida y la orquesta está en forma.
Fotos cortesía Alfonso Arias Bernal / Alfonso Arias, Alejandro Posada, Esteban Rúa, Pablo Mielgo, Ana Cristina Molina, Daniel Londoño, Norbey Román,Juan Pablo Parra, Jhoser Salazar, Andrés Arroyo, María Hincapié y María Elena Tamayo
Muchos de sus integrantes se conocían desde antes, pues habían tocado juntos en Ginebra, Suiza, el año pasado, cuando se presentaron en la sede de las Naciones Unidas, con ocasión del Día Internacional de los Derechos Humanos. Son excelentes músicos, a pesar de su corta edad. Se los ve concentrados y poniendo los cinco sentidos en lo que hacen. Es gratificante ver cómo estas nuevas generaciones aprovechan su talento, trabajando con seriedad y buen juicio.
“Mezzo piano per tutti”, dice el director y completa la frase con un ta–ta–ta que arca el tempo. Los jóvenes lo siguen con interés. Me pregunto cuántas veces estaría Mahler en estos mismos espacios hace cien años. Sobrecoge pensar en la cantidad de música de excelente calidad que ha sonado aquí.
El grupo está compuesto por unos treinta jóvenes de nueve países, que se integrarán con la Filarmónica de Viena para interpretar el concierto. Hay nueve colombianos. Me siento muy contento con estos primeros frutos de la Academia Filarmónica. Los colombianos son: Juan Pablo Parra en los primeros violines, Daniel Londoño en los segundos violines, Norbey Román en las violas, Andrés Arroyo en los contrabajos, Ana Cristina Molina en los cornos, Jhoser Salazar en los clarinetes, María Hincapié en las flautas, Rodrigo Esteban Rúa en la percusión, y Cristian González, que viene de Bogotá, en los violines.
Fotos cortesía Alfonso Arias Bernal / María Hincapié y Wolfgang Zuser
Viernes 10 de abril, 9:30 am. El concierto es pasado mañana, se ensaya en la misma sala. Hoy nos acompañan algunos músicos de la Filarmónica de Viena y Juan Diego Flórez. Más tarde irán llegando los demás solistas. Suena la música de Non ti scordar di me y la voz de Juan Diego Flórez nos transporta a todos. Los músicos aplauden golpeando con los pies el piso de madera. El solo de clarinete de E lucevan le stelle es muy delicado y Jhoser Salazar lo interpreta con virtuosismo. Todo es muy emocionante.
Fotos cortesía Alfonso Arias Bernal / Alfonso Arias Bernal y Juan Diego Flórez
El teatro de la Ópera de Viena fue inaugurado en 1869 por el emperador Francisco José y es una de las grandes obras de construcción que se realizaron en los terrenos que antes ocupara la muralla de la ciudad y que hoy se conocen como la Ringstrasse. En 1945 fue destruido por un bombardeo aliado. Fue reinaugurado en 1955, fecha muy importante en la historia del país, pues fue en ese año cuando se firmó el Acta de Independencia de Austria, que puso fin a la ocupación aliada.
Fotos cortesía Alfonso Arias Bernal / Pablo Urbina, Vittorio Ferrari, Josef Reif y Ana Cristina Molina
Domingo 12 de abril por la tarde. El concierto fue a las 11 de la mañana con lleno total, como era de esperarse. La orquesta y los solistas estuvieron fantásticos, pero el dúo de la Cenerentola interpretado por Juan Diego Flórez y Cecilia Bartoli, merece mención aparte. Para empezar, se trató de un momento histórico, pues es la primera vez que la Bartoli se presenta en la Ópera de Viena. Su aparición en escena fue impresionante: entró ataviada como una moderna empleada del aseo, guantes amarillos de caucho incluidos. Escoba en mano, barriendo debajo de las sillas de los músicos y limpiando uno por uno los micrófonos, con ese cuidado meticuloso propio de los verdaderos profesionales. Alguien pudo pensar que se trataba de una desorientada empleada que ingresó al escenario sin advertir que lo hacía en medio de una presentación. El contraste con las opulentas galas de las demás solistas no podía ser mayor. Pero cuando esta mujer abrió la boca para cantar, el teatro enmudeció. Podía sentirse la emoción acumulada del público. La gente contenía la respiración. Cuando terminó de cantar los aplausos fueron atronadores, la gente gritaba, los músicos golpeaban el piso, se oyeron fuertes gritos de brava, poco usuales en la estirada y flemática Viena.
Fotos cortesía Alfonso Arias Bernal / Cecilia Bartoli
Nada era como lo usual en ese día maravilloso. No suele la Orquesta Filarmónica de Viena compartir sus atriles con otras agrupaciones. No obstante, allí estaban nuestros jóvenes, serenos y orgullosos de sí mismos. Me pregunto si eran cabalmente conscientes del logro que estaban obteniendo, de lo trascendental de la situación.
*Gerente de la Orquesta Filarmónica de Medellín – Filarmed.
…“Aproveché esa vez para ir a un concierto que dirigía Bernal, el exmarido de Eva, con una orquesta de jóvenes de los barrios de Medellín, la Academia Filarmónica. Tocaron tan bien la Quinta de Beethoven y luego el Concierto para violín de Tchaikovsky, con un solista español, que alcancé por un rato a reconciliarme con mi ciudad y a pensar que sí había un futuro para ella, en la música y en los violines que yo tanto he querido”.
-Héctor Abad Faciolince. La Oculta. Pgs 273-274
Por Alfonso Arias Bernal *