Recetario

Naturalmente, cada uno de nosotros recoge, con el paso del tiempo, eso que yo llamo “píldoras de vida”, cápsulas de conocimiento o inspiración, que son de gran utilidad llevarlas en el botiquín de primeros auxilios para el camino que seguimos. Me refiero a enseñanzas y reflexiones asumidas en experiencias vividas, libros leídos, conversaciones, terapias y la necesaria práctica con sus errores; son lecciones y lesiones (por supuesto) que nos dejan los días como aprendizajes, para hacernos más atentos o tal vez más conscientes a la hora de asumir y afrontar nuevas circunstancias y desafíos.

Sin importar el orden, conversemos sobre algunas de ellas, seleccionadas de un vasto recetario personal que me ha servido, aliviado y salvado en determinadas ocasiones.

Del silencio: nada más revelador que su búsqueda, este maestro que trae sabiduría, neutralidad, salud mental, claridad. Cómo nos cuesta alcanzar el silencio aún por escasos minutos, aprender a separar el ruido del mundo y el silencio necesario para nuestra mente es un acto revolucionario.

De los pensamientos ilusorios: buena parte de nuestra vida la derrochamos en fantasías y creaciones ilusorias; abrir los ojos y tocar el fantasma para que se desvanezca, porque lo ilusorio es creación de la mente, experta en llevarnos a un campo de batalla donde no hay guerreros, solo humo y nosotros mismos.

De las expectativas: casi siempre sufrimos porque pensamos que las cosas deberían ser de una u otra manera preconcebida en nuestro cerebro. Abandonar esa pretensión nos permite quitarle poder a ese
sufrimiento y dar paso a la aceptación de lo que es real y necesario para nosotros.

Del movimiento constante: en el fondo, da igual si se avanza mucho o poco, lo importante es progresar un paso a la vez y no darse por vencido. La vida viene fraccionada en pequeñas unidades de medida, tiempo, distancia y hemos de saber que la satisfacción está en el camino mucho más que en la meta. Las grandes catedrales se construyen piedra sobre piedra.

Del amor: no es un sello, mucho menos una sentencia que nos da derechos sobre el ser amado; tampoco le exige obligaciones a quien se ama. El amor es el deber de aceptar y respetar al otro como es, amar
es renunciar a esa loca idea de que, a quien amamos, nos pertenece; el amor es libertad.

De enjuiciar: sería más sano para el corazón hacer todo lo contrario a eso que condenamos, no tenemos por qué mejorar a nadie con la dureza del juicio; aquello que no nos gusta del otro, trabajémoslo en nosotros mismos.

De las conversaciones: son una danza para la generación de ideas, un acto retributivo e itinerante, que tiene la capacidad de concebir algo necesario para el ser humano como los acuerdos.

Deseos del corazón: la vida es un constante reflejo de lo que habita en él, viene muy bien revisar frecuentemente nuestras ideas y apetencias para ir desechando todo aquello que le hace daño. Piénsele y cuénteme sus píldoras de vida.

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