“Quiero seguir estudiando”
Desde los nueve años esta joven toca el chelo. Hoy se prepara para ser una de las chelistas más reconocidas de Medellín
Es fácil encontrar a Karen Londoño. Todos los miércoles por la noche está recibiendo clases de “salsa de rueda de casino”, en el bar Son Habana. Mientras baila se olvida de todo, deja el estrés y el trabajo a un lado para divertirse por un par de horas. Nadie creería que una mujer a los 24 años tenga mucho por qué estresarse, pero la rutina diaria de Karen, una de los ocho violonchelistas de la Orquesta Filarmónica de Medellín, no da tregua.
Los ensayos diarios con la orquesta empiezan a las 10 de la mañana, asiste a clases para su maestría en interpretación de chelo, estudia su instrumento mínimo tres horas diarias, da clases de batuta y tiene estudiantes particulares de chelo. Además, hace parte de un quinteto de música cubana.
Esa vida llena de música y estudio empezó a los nueve años en Aranjuez, el barrio donde aún vive. Allí se abrió la primera escuela de la Red de Escuelas de Música de Medellín. Sus primeras clases fueron de solfeo y coro, y luego llegó el chelo. “Yo lo había confundido con la viola, así que hice una pataleta cuando me lo dieron pero después entendí y ahí empecé a enamorarme de él. Ahora es como una relación de pareja”, dice la chelista.
En la escuela estuvo nueve años aproximadamente, asistiendo todos los días después del colegio. A los 13 años pudo entrar al Preparatorio de la Universidad de Antioquia, que la alistaría para entrar a la carrera de Música. Pero una vez graduada del colegio, en 2004, decidió presentarse a Eafit y obtuvo una beca del 75 por ciento. Cinco años después, consiguió su título como músico profesional con énfasis en violonchelo. Su promedio acumulado, 4.8, la hizo merecedora de otra beca para hacer la maestría en interpretación de violonchelo en la misma universidad, que terminará a finales de este año.
Durante la carrera en Eafit, tuvo la oportunidad de conocer y recibir una clase maestra con el chelista español Aldo Mata. Este la recomendó para entrar a la Orquesta Filarmónica de Medellín y después de la audición empezó a hacer parte de la orquesta. “No ha sido fácil”, cuenta Karen. “Yo empecé mientras hacía la carrera, y por tener beca veía todas las materias posibles mientras hacía parte de la orquesta, pero uno aprende muchísimo; de los músicos, de los directores, los invitados, y técnicamente uno crece porque en una orquesta profesional no te ponen a trabajar obras sencillas”. También ha visto un cambio en su madurez musical, porque los directores con los que ha trabajado siempre tienen mucho para aportarle. “Uno se rodea de gente muy diversa”.
De esta diversidad hace parte el Quinteto de Cuerdas Babalú, un grupo compuesto por dos violines, viola, violonchelo y contrabajo, creado hace tres años a partir de la iniciativa de dos amigos cubanos radicados en Medellín. “Ellos querían hacer algo típico de su música, pero no para bailar”, explica Karen. Así es como ella, dos veces por semana, lleva su chelo por melodías de contradanza, danzón, chachachá, son, mambo y bolero, entre otros ritmos tropicales. Para tocar en Babalú también estudia mucho pues asegura que el sabor no se improvisa.
De hecho, por estos días nada se improvisa en la música de Karen, quien prepara el repertorio para el recital de grado de la maestría. Este, a diferencia del recital del pregrado, lo escogió ella, pero eso no lo hace fácil. Quienes la vean tocar en diciembre podrán oír, Sonata No.1 para Viola da Gamba y Clave, de Bach, el estreno de la Suite Colombiana no. 2, del compositor César Zambrano y la Sonata para Chelo y Piano, de César Franck, entre otras piezas.