Estamos ad portas de “la COP” (la Conferencia de las Partes no. 16 del Convenio sobre Diversidad Biológica de la Naciones Unidas, que se celebrará en Cali desde la semana entrante), y parece que la biodiversidad está de moda… ¡Todo el mundo está hablando del tema! Y no es que esto me parezca mal. De hecho, celebro que una cuestión TAN fundamental esté en las agendas de conversación —¡ya era hora! Sin embargo, tengo que aceptar que “la COP” también me causa una mezcla de frustración y temor, por las razones que aquí les comparto.
Para empezar, llevamos años hablando de la importancia y el declive de la biodiversidad. La primera COP se realizó en 1994 -¡hace 30 años!- y los científicos se han cansado de advertir sobre la gravedad de la situación y sus consecuencias. Sabemos, desde hace décadas, que la pérdida de especies y poblaciones salvajes avanza a un ritmo vertiginoso (les recomiendo leer el Informe Planeta Vivo, de WWF), y, aun así, después de 15, ya casi 16, COPs, sigue sin frenarse esta tendencia. Además, a pesar de las evidencias aplastantes, las múltiples reuniones y el Marco Mundial de Biodiversidad Kunming-Montreal firmado en 2022, los gobiernos y las grandes y medianas empresas siguen siendo bastante tibios respecto a las medidas que se deben tomar. En estas circunstancias, el green washing es inadmisible y no es suficiente con ir a “la COP” para darse palmaditas de felicitación en la espalda. Es urgente que actúen muuucho más rápido, pues nos acercamos al punto de no retorno.
Por otro lado, me pregunto cuántas de las personas que asistirán a la Conferencia se han cuestionado sobre su propia relación con la biodiversidad. ¿La tienen en cuenta en sus decisiones cotidianas? ¿Tienen claridad sobre cómo su vida, literalmente, depende de esta? La coherencia debe empezar por cada uno, pues todos, con lo que comemos, consumimos o hacemos todos los días, nos estamos relacionando con la biodiversidad. Por eso, no funciona hablar de ella solo porque es la COP.
Finalmente, me cuestiono por el costo de estas Conferencias. Aunque soy consciente de que la COP16 dejará ingresos importantes al país, no dejo de pensar qué pasaría si este dinero mejor se invirtiera en planes y estrategias concretas de conservación y regeneración. En un país megadiverso como Colombia, con tantas amenazas a la biodiversidad, esto nos vendría muy bien.
Aclaro que no es que no vea la importancia de las COP. Me parecen relevantes y reconozco su valor para generar consciencia, llegar a negociaciones globales y, sobre todo, visibilizar la voz de niños y niñas, jóvenes, mujeres, comunidades étnicas y locales o comunidad LGTBIQ+. Sin embargo, también sé que mientras no cambiemos nuestra relación personal con la biodiversidad, y los gobiernos y empresas no actúen de manera decidida por frenar su pérdida, el impacto positivo de estas conferencias seguirá siendo (bastante) limitado. Por eso, espero que esta COP, “la COP”, no solo sea una moda. ¡Salud!