Proteger a nuestras niñas

Dos capturas recientes de explotadores sexuales en Medellín y en Bello evidencian el riesgo al que están sometidas nuestras niñas y adolescentes. ¿Qué papel juegan las redes sociales?

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Son noticias positivas que dejan, sin embargo, un sinsabor. La semana anterior, con dos días de diferencia, las autoridades locales lograron la captura de dos extranjeros, de origen norteamericano, señalados de explotación sexual y pedofilia. El primero fue capturado el 28 de febrero, en el municipio de Bello; el segundo, el 1° de marzo, en Medellín, en el barrio La Floresta.

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Además del rechazo contundente y la indignación que merecen estos crímenes, es necesario enfrentar la situación con una mirada holística, y con el esfuerzo conjunto de toda la sociedad.

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Por un lado, es fundamental el papel de las autoridades distritales en la vigilancia y el control de los visitantes que estamos recibiendo a manos llenas. En ese sentido, la propuesta del alcalde de Medellín de crear la secretaría de Turismo es una buena noticia, ya que se trata de unificar todos los frentes que se requieren para que esta sea una fuente de bienestar para la comunidad, y no un dolor de cabeza.

JULIÁN DE ZUBIRÍA HIZO UN ANÁLISIS DESCARNADO SOBRE LA IMPORTANCIA DE VIGILAR EL USO DE LAS REDES SOCIALES ENTRE LAS NIÑAS Y ADOLESCENTES. 

La seguridad es uno de esos frentes por reforzar. Así quedó evidenciado en los dos casos delictivos informados la semana anterior: el pedófilo capturado en Bello había entrado y salido del país 65 veces, y esto no había generado ninguna alerta en las autoridades migratorias; y en el caso del extranjero capturado en Medellín, una investigación del portal El Armadillo demostró que la Policía Metropolitana recibía cerca de 30 llamadas al mes de parte de los vecinos de La Floresta, alertando sobre lo que estaba pasando en su apartamento.

Es obvio que falta contundencia para enfrentar a los victimarios. ¿Y qué decir de las víctimas? Ese es el otro frente en el que la sociedad, en conjunto, debe concentrar la mirada. ¿Qué tanto estamos blindando a nuestras niñas y adolescentes para protegerlas del abuso? En los dos casos presentados la semana anterior hay coincidencias preocupantes: las víctimas eran menores de edad que fueron contactadas, en su mayoría, mediante redes sociales.

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En su columna del periódico El Espectador del 5 de marzo pasado, el pedagogo e investigador Julián de Zubiría hizo un análisis descarnado sobre la importancia de vigilar el uso de las redes sociales que hacen las niñas y adolescentes, especialmente Instagram. Citando múltiples investigaciones, Zubiría concluye en su texto que esta red social, que “convirtió las fotos y los videos en el centro de atención”, ha generado un grave riesgo para esta población:

“Instagram se aprovecha de la necesidad de búsqueda de identidad y de conformación de grupos que tienen todos los adolescentes. El problema es que al hacerlo lleva a las jóvenes a la comparación constante con sus pares, mientras que los filtros, que alteran rostros y cuerpos, terminan por promover la cosificación y generar un serio daño en la autoestima. Esta red vende a las niñas socialización virtual a costa de su estabilidad emocional”.

De ahí se deriva la exposición permanente y explícita de las menores de edad en esta plataforma virtual, que, según concluye Julián de Zubiría, se ha convertido en una peligrosa puerta de entrada para los pedófilos y explotadores sexuales. De ahí la necesidad de enfrentar el problema también desde el ámbito educativo. Una tarea urgente que no pueden evadir los padres de familia y los docentes: las redes sociales no son un juego de niños, y requieren vigilancia permanente.

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