Estamos cerrando tal vez la época del famoso ¿por qué? O ¿para qué? ¿En serio?, ¿cerrando?, ¿cuando apenas entendíamos el significado real del propósito? Exactamente, estamos cerrando la época de la búsqueda desesperada por encontrar la gran frase para nuestras empresas. Frases seductoras que nos hacían atractivos para las generaciones que buscaban trascender e impactar, pero que a veces ni se entendía qué hacer con ellas.
Llegaban a nuestras manos frases superpoderosas seguidas de una gran pregunta:
¿Cómo hacemos para que ese propósito se viva en el día a día de la empresa? ¿Cómo se mide el propósito?
Detrás de esa pregunta sólo podía haber otra pregunta: ¿crees que un propósito auténtico y real, te hace esforzar por hacer que suceda en la cotidianidad?
Un propósito real se convierte en una guía diaria del negocio, de sus decisiones, de sus resultados. Cuando es real un propósito se siente, no se piensa. Está ahí, no hay que salir a buscarlo ni contratarlo. Cuando es real, lo evidenciamos conectándonos con las personas, con sus razones profundas, con su forma de hacer negocios, con su forma de relacionarse, con su forma de crear, su forma de entregar valor, su forma de servir.
Las culturas auténticas, son todo menos perfectas, pero casi siempre detrás de ellas hay una honesta causa por la que vale la pena la lucha, el esfuerzo, el tiempo y la dedicación de un equipo haciendo que las cosas pasen por algo más grande que todos ellos juntos.
Un propósito te obliga a soltar, cambiar, repensar las veces que sean necesarias. Un propósito te invita al ejercicio más honesto de desapego.
Si es real, desapégate de los servicios que no agregan valor. Si es real, desapégate de los productos que no amplifiquen el impacto. Si es real, desapégate de la estrategia que no funciona. Si es real, desapégate de las personas que no vibran por esa causa y hay que motivar desesperadamente. Si es real, llegan las personas a invertir en esa causa, no a querer que inviertan en ellas. Si es real, desapégate del cargo si hay alguien que lo hace mejor que tú. Si es real, desapégate de todo aquello que te aleja de ese propósito. Si es real, desapégate del rol y busca nuevas formas de inyectarle tu energía, tiempo y fortalezas a ese propósito. Si es real, desapégate de la teoría que el propósito es solo un componente emocional, debe ser un gran indicador financiero, si los números crecen el impacto crece.
Si es real, te invita a entender los ciclos, ritmos y tiempos del negocio.
Al final, si el propósito es suficientemente ambicioso, es suficientemente poderoso, es suficientemente real, será un proceso evolutivo de autoconocimiento y reflexión permanente, tanto personal como empresarial. Te hace crecer bajo cualquier circunstancia, incluso en medio del caos.
Como dijo un gran amigo, si el propósito es real, los barcos se acercarán a él, porque es el faro que guiará las decisiones y quizá el camino que muchos quieren navegar.
En nuestro caso, en Caramelo Escaso, “cambiar el mundo desde adentro, desde cada uno de nosotros, desde cada uno de nuestros líderes, desde cada una de las organizaciones, co-creando mejores lugares para trabajar, que ganen desde la #cooltura, nos hace cada día salir con más ganas, con más creatividad, con más valor, con más valentía y nos invita a tomar decisiones quizá, que si no fuera por un propósito auténtico, nunca tomaríamos. Nos hacen apostar a que las empresas sean vehículos de cambio para las personas, la sociedad y el mundo.
Diseñemos organizaciones, causas y comunidades con propósitos inmortales, las personas mutarán, los servicios mutarán, pero el propósito que se mantenga vivo para siempre, será la gasolina para impactar la sociedad y entregarle un mundo mejor a las siguientes generaciones.
¿Qué acción puedes hacer hoy para que ese propósito que te mueve sea inmortal?