Emma se convirtió en un símbolo. Fue la primera menor adoptada por una familia homosexual en Colombia cuando tenía siete meses. Ya tiene dos años y vive en el seno de un hogar feliz y diverso.
Emma, tal como uno de sus padres, dio el primer paso al día siguiente de cumplir su primer año. “Fue muy lindo ese primer paso”, dice Michael Lacher, de 32 años y quien también caminó al año y un día, como si se tratará de una hermosa casualidad de la vida, por no decir de la genética.
Michael, quien nació en Israel y es de padres argentinos, llegó hace seis años a Medellín como líder religioso de la comunidad Judía. Sus planes no contemplaban radicarse por más de dos años en la ciudad, sin embargo, acá conoció al amor de su vida y actual esposo. En ese entonces Michael tenía 29 años y Diego Sánchez, 33.
“Nos enamoramos de los objetivos en común”, dice Michael, pues desde que los presentó un amigo, encontraron una afinidad y una complicidad que les permitió seguir creciendo camino a sus sueños. Y también tuvo encrucijadas. “Era mía en cuanto a la comunidad, no en cuanto a mi sexualidad”, dice Michael, quien era abiertamente gay y ahora tenía una pareja no judía y deseos de adoptar. Por eso decidió dejar su liderazgo religioso, aunque no su creencia. No estaba para sumar más batallas.
Diego y Michael, ahora como esposos, emprendieron los trámites para convertirse en la primera pareja homosexual en adoptar en el país. Michael recuerda que fue una tarea titánica debido a las trabas burocráticas, mientras sabían que había cientos de niños esperando una segunda oportunidad.
En principio, por ser extranjero, le solicitaron una visa que no estaba tipificada en el reglamento. Por eso demandaron ante la exigencia de un requisito que no era más que un imposible jurídico y una juez les dio la razón; sin embargo el ICBF apeló. “Me dio mucha tristeza porque ellos se cuidan de hacer todo bajo la normativa, pero ya teniendo una jueza diciendo que podíamos proceder, no lo hacían”, dice.
Sin condiciones
El proceso para la adopción tardó diez meses, pese a que ellos estaban en el puesto 27 de la lista. Sin embargo, explica Michael, los demás solicitantes tenían todo tipo de exigencias: que el bebé estuviera sano, que fuera hombre y blanco o que no tuviera más de seis meses. Ellos solo querían adoptar, sin condiciones.
El día que Emma llegó a sus brazos hacía mucho calor. La niña de apenas siete meses lloraba, pero encontró consuelo hasta quedarse dormida cuando Diego la cargó. Ese día fue el único que Michael recuerda que la niña haya despertado a medianoche. El siguiente año y medio que la ha pasado con ellos se duerme a las 8:30 p.m. y se despierta a las 6:30 a.m.
La pequeña se convirtió en un símbolo de amor. Michael dice que su historia abrió las puertas para que más personas se animen a adoptar y cambiar la vida de un ser humano, pues él considera que tener un hijo biológico no es garantía de que se le quiera y se le sepa criar.
“Queremos que Emma sea feliz, por eso le queremos garantizar todas las herramientas para que maneje las circunstancias feas que le toquen”, indiferente si es porque es adoptada, porque tiene dos papás, por ser negra o judía; si así ella lo decide.
Por: Daniel Palacio Tamayo / [email protected]