Plantas divinas: el frailejón de Verónica Muñoz

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“Parajes” es una exposición de los artistas Verónica Muñoz, Jhon Jairo Muriel y Germán Benjumea, con la curaduría de Mauricio Hincapié, que se presenta a partir del 6 de agosto, en la sede de la empresa Acueductos y Alcantarillados Sostenibles, en el barrio Laureles, en Medellín. 

La muestra gira alrededor de tres visiones diferentes del paisaje que hacen evidente la complejidad de un género de la pintura sometido, con frecuencia, a una visión elemental, heredada del pasado, que limitaba su valor a algo bonito y pintoresco. 

Por el contrario, el arte contemporáneo tiene conciencia de que la pintura de paisaje no es jamás el duplicado o la mera representación bella de una realidad exterior, sino que corresponde siempre a un análisis, a una decisión y formulación de valores e implica una posición que se asume frente al mundo.

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Verónica Muñoz (Medellín, 1983), paisa de nacimiento, caleña de crianza y artista visual graduada en la Universidad Javeriana de Bogotá, como se presenta en su perfil, propone una obra de exactitud casi preciosista, como punto de partida a una reflexión que nos involucra a todos.

Frailejón, Páramo del Sol, de 2025, una obra de pequeño formato en la cual es posible descubrir distintos niveles de sentido, nos ayuda a percibir cómo el de los artistas actuales es un paisaje que plantea valores.

En primer lugar, Verónica Muñoz nos ofrece la imagen exacta de una planta, como se puede encontrar en la tradición de los dibujos y acuarelas científicas que, en el caso colombiano, se remontan a la Expedición Botánica de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX. Al igual que en esos antecedentes, esta acuarela, más que una imagen ilusoria, nos entrega casi la presencia real de la planta. 

En este nivel se reconoce la habilidad de la artista en el manejo de la acuarela. Y es que Verónica Muñoz parece dejar de lado la búsqueda de las transparencias que habitualmente le dan a esa técnica un cierto carácter etéreo y abstracto y, en cambio, trabaja con manchas sólidas y compactas que refuerzan la materialidad del frailejón.

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También hay un detalle que sirve de puente para acceder a otras reflexiones y nos saca del ámbito de los dibujos científicos de la Expedición Botánica. Las magníficas láminas de esa Expedición mostraban de forma patente y didáctica todos los elementos de la planta, desde la raíz hasta las flores y frutos para transmitir el conocimiento de la especie. Asimismo, el procedimiento para la creación de los dibujos exigía arrancar la planta y disecarla, pues de lo contrario no podía saberse, por ejemplo, cómo se plantaba en el terreno o qué tipo de sustratos necesitaba para su crecimiento. 

Sentido y trascendencia

Por el contrario, en la obra de Verónica Muñoz el frailejón está vivo y fresco, lo que de inmediato nos lleva a pensar que, en ese sentido, la artista no lleva la planta a su taller, sino que nos transporta al ámbito natural del páramo. 

En otras palabras, la pequeña acuarela no pretende decirnos cómo es el frailejón, sino recalcar su función en el ecosistema como recolector de agua que luego pasa a la tierra; es un proceso de muchos años que queda testimoniado por la sensación de vejez de su tronco que, además, da la sensación de haber estado a punto de romperse, quizá en épocas de rigores climáticos extremos.

Además de lo anterior, todavía hay un nivel adicional de significado que no depende de la botánica ni de la ecología, sino que se crea a partir del fondo dorado de la pequeña obra. Se trata, por supuesto, de un elemento que no tiene relación con la presencia material de la planta en el páramo, sino que se ubica en una dimensión diferente, es decir, en el plano de la interpretación propia de la artista para lo cual parece evocar un asunto propio de la historia del arte y la cultura. 

En efecto, en el arte, hasta el final de la Edad Media y a veces todavía en el Renacimiento, los personajes sagrados se ubicaban en un fondo dorado, símbolo de trascendencia y divinidad.

El espacio de oro donde se ubica el Frailejón, Páramo del Sol, de Verónica Muñoz carga de sentido esta planta creadora de agua y, por tanto, de vida. También le confiere una especie de trascendencia y reivindica el valor de su conservación. Es como si fuera una planta divina, un dios creador de los páramos y de la biodiversidad.

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