Perseguir los murmullos que deja el oro

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Un estadounidense filmó el documental Marmato en Caldas (Colombia) durante seis años, completamente solo y sin conocer el idioma. De su experiencia, salió con 13 premios internacionales, hablando español y entendiendo de la justicia

El documental Marmato está disponible en la plataforma Netflix

Por Laura Montoya Carvajal

La sorpresa que se llevó Mark Grieco cuando salió a recorrer Suramérica desde su natal Estados Unidos perdura hoy en él. En un pueblo de Bolivia, llamado Potosí, el fotógrafo se encontró con una atracción turística que consistía en tomarse fotos con mineros mientras trabajaban, y los turistas regalándoles cigarrillos y hojas de coca.

Ese día Mark no tomó fotos, pero sí habló con los trabajadores, con un mal español que le impedía entender las palabras, pero no ver una realidad difícil en la cara y el cuerpo de estas personas. En su recorrido, que terminó en Colombia, Mark pasó por pueblos destruidos, algunos propiedad total de una multinacional minera; cuando llegó a Marmato, en el departamento de Caldas, apenas se asomaba la tormenta.

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Algo estaba por pasar: una empresa canadiense quería sacar oro de esa tierra, y la gente tenía miedo. Mark volvió a Estados Unidos, trabajó en comerciales y publicidad y reunió dinero suficiente para comprar una cámara y volver a Marmato.

En 2008 estaban solo Mark y la cámara en el pueblo, haciendo un documental, y su cara de ‘gringo’ que lo delataba. “Los canadienses estaban ahí para extraer su riqueza y yo estaba ahí para sacar historias ricas, y su vida a través de una cámara”. Estuvo durante seis años, en los que según él, un 99% del tiempo lo pasó hablando con las personas del pueblo y los empresarios, visitando sus casas y sus minas, y un 1% filmando.

El estadounidense había hecho algunos estudios en cine en Nueva York, y según él, esos años debajo de la tierra fueron como un doctorado de realización audiovisual para él.

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Su búsqueda se llenó de metas: ser justo con la voz de la gente fue la principal. Todos esos años le dejaron un buen español y la certeza de que en el área gris del mundo, ni blanco ni negro, está la realidad.

“La historia más fácil de contar es la que grita. La historia real está ahí, hablando suavecito”, describe el cineasta. Persiguiendo esos murmullos, Mark se adentró en la “peligrosa” tarea de hacer un documental equilibrado. “Un documental que tiene una posición muy fuerte no ayuda a nadie. Si lo hace, lo está haciendo solo para sí mismo”, dice.

Andar filmando también a los empresarios despertó mucha desconfianza en los marmateños, que llegaron a pensar que era un espía en sus reuniones de líderes. El director llegó a asustarse, pero un amigo le explicó que en Marmato, los buenos sentimientos son como el oro: se encuentran en la oscuridad y no son puros hasta que no pasan por el fuego. “Tú estás en el fuego con la comunidad”, le dijo su amigo.

Después del fuego, una pantalla gigante convocó a un poco más de mil personas, de las dos mil que habitan el casco urbano. Una imagen aérea del municipio los hizo gritar a todos, que nunca habían visto a su pueblo contado así. El realizador recuerda que se le acercaron muchos marmateños, y le dijeron que ahora sabían por qué había que luchar ahí.

“El poder de dar conciencia fue el gran logro del documental”, describe Mark.
Marmato ha ganado 13 premios de cine, entre ellos un premio y una nominación en Sundance y tres premios en el Festival Internacional de Cine de Cartagena.

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Hoy, Mark Grieco está terminando un documental sobre las personas que protegen a los delfines rosados en el Amazonas, y espera comenzar pronto dos trabajos de ficción y un gran documental sobre los indígenas de todo el continente de América.

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