El microtráfico y la prostitución se apoderaron de la llamada “zona rosa” en Medellín. La ciudadanía se preocupa mientras autoridades prometen intervención a largo plazo.
Por José Fernando Serna Osorio
Son las 10:30 de la noche, la luz tenue es cómplice de un hombre que se oculta detrás de una columna de cemento que hace parte de un arco instalado en todo el corazón del parque Lleras. Su mirada sigilosa no descuida a un par de policías que a varios metros no hacen ronda de vigilancia sino más bien de conversación.
No tiene más de 30 años, viste un saco grueso. Baja la guardia y espera como otro más de los visitantes que llegan a esta, la Zona Rosa de El Poblado. Pasan varios minutos, camina desprevenido como esperando a alguien. Su territorio no va más allá de cinco metros a la redonda. Va y viene.
Por el costado sur del parque, un hombre delgado, de baja estatura y camisa clara avanza con afán. Una gorra cubre su cabeza. Se lanza a subir las escalas anteriores a una jardinera para al final encontrar al hombre que se ha camuflado en el arco de cemento. No hay intercambio de palabras, solo un trueque rápido entre manos con una agilidad que desearía David Copperfield. Se retira y como en la canción Pedro Navaja, de Rubén Blades, tras mirar a lado y lado y sin llamar la atención cruza la calle. Este intercambio se da de nuevo en menos de una hora.
Otra escena diferente se presenta en este mismo espacio. Por la esquina occidental del Lleras aparecen dos hombres, uno de ellos rubio y alto, de contextura gruesa, y otro de menor talla. No van solos. Dos mujeres jóvenes con ropa ceñida al cuerpo, tacones, cabello oscuro y bolso terciado en su brazo, los acompañan mientras se mezclan entre la multitud del sector. Una de ellas le mata el ojo a un vendedor ambulante, que solo atina a devolver el gesto con un leve movimiento de cabeza.
Los dos hombres caminan con tranquilidad. Uno se dirige al otro en un inglés fluido. Ellas por su parte, escuchan y se desentienden de lo que hablan sus dos “varones de compañía”, luego intentan en español indicarles el camino hacia otro sector de este afamado espacio de Medellín.
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El fin de estas historias no podría contener ninguna malicia y mucho menos sospecha si se diera en otro contexto. Por el contrario, si las preocupaciones de comerciantes y ciudadanos que frecuentan el parque Lleras no estuvieran tan agitadas, estos podrían ser los capítulos normales de un préstamo de dinero y dos relaciones amorosas que vinculan a unas colombianas con extranjeros.
Durante el último año, los rumores andan circulando entre la gente: el Lleras está invadido de jíbaros y de prostitutas. Para Andrea* esta afirmación, pese a su dureza, es real y más que evidente. En las afueras del restaurante en el que labora, ella ha visto como el microtráfico ha ido ganando cada vez más terreno. Hombres ágiles van y vienen llevando recados envueltos en pequeñas dosis de contenidos señalados como ilegales.
“Se paran algunos ‘marlboreros’ ahí y ofrecen la droga. Cuando ven que llega la Policía, nos toca ver como tiran las papeletas de perico al piso o a las plantas”, señala Andrea.
Los fines de semana la afluencia de público a bares, restaurantes y discotecas de este sector de la ciudad se multiplica. Así mismo, los expendedores de estupefacientes amplían sus movidas entre los visitantes. De acuerdo con la subsecretaría de Turismo de Medellín, solo en 2015, llegaron a la ciudad 637.367 turistas, y en un gran porcentaje, visitaron el Lleras.
La Secretaría de Seguridad, de la mano de la Policía Metropolitana informa que ha realizado diversos operativos con el fin de contener la gran avanzada en delitos que se presentan en la Zona Rosa. No obstante, en el año anterior solo realizó cuatro capturas por el tráfico o porte de estupefacientes, según cifras entregadas por la Sijín. Y este tipo de resultados son los que contrastan con las quejas de comerciantes, de residentes y de ciudadanos que visitan el lugar.
“Necesitamos operativos más contundentes contra quienes surten o generan el microtráfico en el sector. Tenemos personal de inteligencia para realizar el control de expendios móviles”, asegura Diego Vásquez, comandante Operativo de la Policía.
Y es que no solo el microtráfico y la prostitución ganan más poder en las calles del Lleras. Los robos con escopolamina han aumentado, y para preocupación de las autoridades, en 2015, se presentaron 10 casos que fueron denunciados por hurto bajo esta modalidad. Equivale al 45 por ciento del total de casos que se presentaron en el sector (22 hechos) con métodos como raponazo, cosquilleo, atraco, engaño y/o sustancias. Lo que más preocupa a la ciudadanía es que el 64 por ciento de los delitos se cometieron en vía pública.
Para Fernando Quijano, director de la ONG Corpades, que analiza el conflicto urbano de Medellín, la situación de El Poblado nunca ha estado exenta a lo que se presenta en el resto de la ciudad. Asegura que la realidad está pasando factura sobre esta zona en la que han tenido gran influencia las bandas criminales con las plazas de microtráfico, extorsión y explotación sexual que nadie ha querido reconocer.
“El comercio trató de ocultar eso mucho tiempo, ocultaron la presencia de las Convivir, ocultaron que los obligan a comprar el trago en un solo lugar. Muchas veces que se hizo la denuncia, salieron muchos comerciantes a decir que eso era un asunto político y que no era así. Seguir ocultando la realidad para que no bajen las visitas y no haya estigmatización es una ridiculez. Es imposible. Ni cerrando eso con murallas van a impedir la llegada del crimen”, explica Quijano.
Elisa Sánchez, presidenta de Corpoblado, discrepa de la afirmación del Director de Corpades y señala que no hay nadie más interesado que el comerciante para que las cosas funcionen bien. “Ellos siempre han estado hablando del tema, conversando con toda la comunidad, hablando con la Alcaldía para que los ayude. Claro, sí habrá casos de comerciantes que por miedo y amenazas realicen el pago de las extorsiones o no se atrevan a denunciar un delito”, afirma.
La sombra detrás del poder
El trueque de droga y prostitución camina sin ley. La calle 9, las vías peatonales del parque, las jardineras y una que otra fachada móvil se han vuelto parte del paisaje con su mercancía. Nadie ha visto, nadie dice nada.
No es necesario ir en busca de la mercancía ilegal. Ella viene hacia el turista o visitante local y se supone que pasa inadvertida, eso sí, los vendedores andan limpios, por si la situación se complica. Las sombras de los que manejan los alucinógenos se mueven con agilidad como presintiendo el peligro. Mientras tanto, en los alrededores, los demás ciudadanos charlan, se toman un trago o disfrutan de la noche a su manera.
De acuerdo con Quijano, “la Oficina” es la que hace presencia en la zona y “cuida” su renta a partir de los delitos que recorren estas calles con la organización delincuencial integrada al narcotráfico (Odín) de Trianón.
Contrario a lo que afirma Quijano, el comandante Diego Vásquez señala que no hay una estructura delictiva que opere con propiedad en el parque Lleras. “De pronto ocurre que quieran aprovechar la criminalidad en algunos otros sectores de la ciudad y hacerse pasar por este tipo de bandas y llegan a generar la venta de estupefacientes o de explotación sexual”.
“El Poblado desde hace muchos años es una bomba de tiempo. En la época cuando las guerras se han presentado, ha sufrido esos coletazos. Al momento de ir a buscar jefes los han encontrado en esa zona. Hoy muchos jefes de ‘la Oficina’ y otros sujetos de esta banda y ‘los Urabeños’ viven en El Poblado. Allí es muy fácil camuflarse, es una zona de confort y de diversión para ellos”, acota el Director de Corpades.
Amores pasajeros
Julián Gómez vive fuera de la ciudad. Hace poco regresó a Medellín y aprovechó su visita esporádica para ir al Lleras. Con un par de amigos recorrió este lugar y se encontró con una extraña y a la vez preocupante realidad: “Hay demasiadas prostitutas en las calles, unas ofreciendo sus servicios y otras paradas en algunos puntos estratégicos esperando quizá algún cliente extranjero”, señala en medio del asombro.
Mientras iba camino a este lugar de esparcimiento charló con el taxista que lo transportó y este de la misma manera lo previno frente a lo que se podría encontrar. “El señor me dijo que parte de las chicas del Centro y otras calles de la ciudad se estaban viniendo para esta zona por la gran demanda”, agrega.
Y es que no hay nadie más conocedor de lo que pasa en las calles que un taxista. Pueden ser de testigos a auxiliadores de solicitudes especiales que hacen algunos turistas que llegan a la ciudad. Así lo precisa Gabriel Puerta, gerente de Flota Bernal, la empresa más influyente de este servicio público en El Poblado. “Un alto porcentaje de los turistas llegan buscando prostitución y drogas. Muchos de estos usuarios solicitan a los conductores que los lleven a los expendios de droga o a algún prostíbulo, o inclusive, que les lleven mujeres a los hoteles. Nosotros por directriz tenemos prohibido ese tipo de servicios que tienen consecuencias legales”, apuntó.
Sin embargo, Puerta no pasó en alto que la situación en el Lleras es cada día más compleja por la falta de control de las autoridades que han dejado a expensas de fuerzas oscuras el “poder” en este sitio, donde operan cerca de 500 establecimientos comerciales, de acuerdo con cifras de la Corporación Zona Rosa.
“Hoy ya está desbordada la situación porque el turismo sexual está muy fuerte en Medellín y tiene un epicentro muy fuerte en El Poblado. No solo es el parque Lleras, también apartamentos y ‘penthouses’ están siendo utilizados a manera de alquiler, para el tiempo que va a pasar un turista, que va a consumir drogas, que va participar en explotación sexual con menores de edad y que necesitan fuera de eso seguridad y el confort que da El Poblado”, explica Quijano.
La Secretaría de Inclusión Social de Medellín viene realizando el programa Por mis derechos Equidad e Inclusión con jóvenes dedicadas a la prostitución en zonas puntuales como el Lleras. “Son mujeres que salen a partir de las 10:00 p.m., ya con sus clientes fijos que las recogen en automóviles lujosos. Desde que se logra el acercamiento con ellas se sensibilizan en prevención y promoción de la salud. Algunas se han acercado al proyecto”, señaló en una respuesta escrita la Secretaría a Vivir en El Poblado.
Y es que tan fácil como ingresar a alguno de los sitios de este espacio de diversión es conseguir una acompañante para la noche. En internet, cientos de páginas ofrecen desde damas de compañía hasta apartamentos en El Poblado dotados para la complacencia sexual. Las tarifas de este servicio oscilan desde los $140.000 hasta superar la barrera del millón de pesos. Así mismo, señala la información de los sitios web que son mujeres mayores de edad y ofrecen “garantía” en seguridad y reserva de la información.
Pese al aumento de prostitución en este sector de Medellín y que se está viviendo desde hace un par de años, la dependencia de Inclusión Social no tiene registro de cuántas mujeres ejercen este oficio en el parque Lleras. Las cifras sobre explotación sexual de menores de edad o el registro controlado de las trabajadores sexuales que se mueven en el sitio es inexistente al aducir que es un “público flotante” que se hace casi imposible de llevarle registro.