Pensar distinto sin ser expulsado

Hace poco me topé con el libro The Third Perspective de África Brooke. Lo estoy leyendo con calma, subrayando frases, volviendo a párrafos. No porque sea un manual, sino porque pone en palabras algo que muchos venimos sintiendo: esa incomodidad de moverse en un mundo que castiga la duda, exige posturas inmediatas y convierte cualquier diferencia en amenaza.

Decirlo todo o no decir nada: parece que esas fueran nuestras únicas dos opciones. En tiempos de polarización, la conversación pública y muchas veces también la privada se ha convertido en un campo minado donde cada palabra se siente vigilada.

Lo que alguna vez llamamos cultura se transforma en trincheras: grupos, burbujas, entornos donde todos pensamos igual… o al menos fingimos que sí. Como lo plantea Brooke, es una expresión moderna de algo ancestral: el impulso tribal de pertenecer, que a veces nos lleva a alinearnos y silenciar diferencias para no poner en riesgo nuestro lugar en el grupo.

Esto no solo pasa en redes sociales. En el trabajo también sucede. Nos rodeamos de quienes refuerzan nuestras ideas, evitamos lo que desafía nuestra lógica. Se instala un silencio que no es paz, sino autocensura. Un “mejor no opino”, “no vale la pena”, “puede que esto me cueste”.

Y aunque a veces parezca que esto es nuevo, no lo es. Lo que sí ha cambiado son las formas. Hoy lo vivimos amplificado por la tecnología, acelerado por redes sociales y disfrazado, muchas veces, de corrección o alineación.

¿La salida? Volver al gris.

Ese espacio incómodo pero honesto donde entendemos que entender no es aceptar. Donde podemos escuchar sin tragarnos nuestras ideas. Donde no necesitamos tomar postura cada vez que el algoritmo lo exige. Donde, en lugar de correr a opinar, nos damos el tiempo de sentir, pensar, y tal vez elegir no decir nada… todavía.

La verdadera autenticidad no está en decirlo todo. Tampoco en esconderlo todo. Está en elegir con conciencia qué expresamos, por qué y desde dónde. Está en saber que puedo sentarme con quien piensa distinto sin convertirme en él. En reconocer que no tengo que explicar mi existencia para validarla.

Tal vez la verdadera libertad sea recordar que la verdad existe incluso si nadie más la cree. Como aprendí en mi certificación como coach en iPEC: “Truth exists regardless of belief or consensus.” No todo lo válido es popular, y no todo lo compartido es verdadero. A veces, basta con que sea cierto para ti.

Porque ser auténtico no debería significar perder tu lugar. Y pensar distinto no debería costarte la pertenencia.

Tal vez no tengamos que elegir entre gritar o desaparecer. Tal vez, como dice Africa, haya una tercera perspectiva: una donde expresarte no sea un riesgo, sino una forma de conexión real. Una donde no tengas que traicionarte para ser parte.

Y tal vez solo tal vez cuando abrimos la mente, también abrimos espacio. Para crecer. Para entender más allá de lo obvio. Para descubrir que en esa incomodidad de escuchar al otro, de mirar sin juicio, puede haber una semilla de expansión.

 Imagina lo que eso podría significar en tus entornos.

- Publicidad -

Más contenido similar

- Publicidad -

Más noticias

- Publicidad -