Paz y derechos humanos

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Si entendemos la cultura como un tejido de relaciones, la paz hace posible la reconstrucción cuando ese tejido está roto y el diálogo llega como método, como oficio de paz para hacer posible ese necesario arreglo. Tenemos, entonces, clara la tarea de construir, desde la participación comunitaria las habilidades para una vida social justa y pacífica, entendiendo que la vida se resuelve conversando. Debemos escuchar con toda la atención las necesidades, expectativas, prioridades y sueños de los distintos actores, para alimentar nuestra mirada y cuidarnos de no ir a confundir lo que los otros necesitan con lo que deseamos o suponemos nosotros. Por eso, hay que dar la voz, tomar atenta nota, involucrar, comprender, antes de intervenir.

Estamos, pues, ante un necesario círculo virtuoso porque es a través de la conversación franca y confiada que se trabaja por la paz y a la vez se teje la cultura de la convivencia. Es allí cuando hay que hacer juntanza de todos los recursos y talentos de los sectores público, privado, comunitario, organizacional, para poner el foco en paz y derechos humanos como prioridad social.

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Cuidarnos, cuidar a los otros y cuidar a la naturaleza se impone como responsabilidad política y moral, en la que todos somos protagonistas. Los modos y medios tendrán que ser cada vez más creativos e innovadores para estar en capacidad de adaptarnos a realidades complejas y permanentemente variables. El foco esta entonces en una palabra clave:

dignidad.

Si estamos en paz, los derechos humanos están preservados a buen recaudo. Pero, ante violencias de cualquier tipo, los derechos humanos son los primeros desatendidos, vulnerados, olvidados. Una vida digna con todo lo fundamental para el bienestar es lo que conocemos como austeridad, como calidad de vida y es un derecho humano fundamental para todos por igual.

Nos llenamos de humanidad cuando nos igualamos, cuando nos reconocemos frágiles y vulnerables. Esa es la manera de sentir legítima empatía para saber que no estamos solos y confiar en que juntos somos más fuertes y sabios. Ya sabemos, de siempre, que la más óptima expresión de la inteligencia es la bondad, lo que potencializa, además, la confianza y la participación ciudadanas.

La paz no debe ser entendida como ausencia de conflicto, porque la confrontación es natural y propia de los sujetos sociales. Lo que se requiere es la búsqueda incesante de medios y modos para resolver esas diferencias, aceptando que lo diverso, lo mestizo, lo heterogéneo es mucho más rico culturalmente hablando. Habrá que huir, conscientemente, de lo homogéneo, único, porqué allí reside la fuente de muchos maltratos, prejuicios, verdades inamovibles, egos enaltecidos y fundamentalismos dañinos. Es vital huir del blanco y negro, porque la realidad se parece más a una amplia gama de tonalidades y matices, donde todos aportan sus distintos talentos, miradas, interpretaciones y creaciones.

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Para poder hablar de una paz que tenga impacto más general y toque aspectos mucho más complejos de nuestras realidades nacional, regional, distrital, vale la pena empezar por lo más menudo y a la vez fundamental: me refiero a la vida cotidiana y privada de las familias, los amigos, los vecinos, los compañeros de estudio y trabajo, es decir, nuestro primer círculo de cuidado. El efecto es de piedra que se tira en un estanque, de menos a más, de lo pequeño a lo más grande y complejo, porque todo hace parte de un sistema, de distintas partes de un todo.

Lo más grande y significativo que podemos hacer para la preservación y cuidado de los derechos humanos es invertir capacidad creativa y propuestal, con todos los actores, para la construcción de escenarios de paz y reconciliación. La paz es el camino, la preservación y reivindicación de los derechos humanos, el resultado, la consecuencia. Esa paz y convivencia pacífica en minúsculas se forma entonces en la casa, la cancha, la escuela, la esquina, el vecindario, el costurero, la acción comunal y es allí donde debemos intervenir con instrumentos pedagógicos innovadores, arriesgados, atractivos, creativos, inteligentes, útiles.

La preocupación por los demás es un buen entrenamiento en paz ciudadana para que muchas más personas tengan acceso a más y mejores oportunidades, a más igualdad y justicia. Si avanzamos en posibilidades de paz y protección de derechos también se irá dando un mayor nivel de participación y construcción ciudadana, donde todos ponemos y no simplemente que mientras unos se sientan a esperar y criticar, otros aportan, proponen, se arriesgan. Todos tenemos las competencias para aprender a vivir juntos en armonía, ayudarnos, apoyarnos, cuidarnos. Es lo que Don Simón Rodríguez, maestro de Simón Bolívar, llamaba: “entre-aprendernos”.

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