Hace unas semanas, en una de esas conversaciones con detalles que aparecen de imprevisto, alguien preguntó: ¿Y dónde queda la “línea ética”? Desde ese día, ha surgido, en varios escenarios, esta pregunta relacionada con aquel límite invisible y asociado al comportamiento personal.
Como “línea ética” se denomina a esa frontera que alguien decide cruzar, o no, en cierto momento. Y que una vez se pasa, puede representar un camino sin regreso. Se convierte en un precedente, en un riesgo, en una especie de anestesia de lo que podría hacerse después, sin dolor o cuestionamiento.
Maltratar a alguien con palabras o con hechos, llevarse dinero y objetos ajenos, incumplir un acuerdo y ocultarlo, guardar silencio con algo que debe decirse para evitar que otros se vean afectados, quebrar la confianza varias veces y no hacer algo para repararla, otorgar una licencia de construcción indebida o revelar un secreto, de quien pidió guardarlo con delicadeza… la vida muestra ejemplos, como estos, para explicar cuándo hay un traspaso.
En tiempos de evidencias que se consiguen con facilidad, gracias a la tecnología, se
vuelve más difícil ocultar los límites traspasados, de esa frontera delicada y a veces,
subjetiva.
La línea ética cruzada se ve en ese mensaje enviado de madrugada, que casi acaba
con negocios, cultivos y muchas vidas. Está presente cuando alguien transgrede la ley
o pide a otra persona transgredirla, argumentando que será una vez, “una excepción”.
También se ve cuando alguien toma una decisión trascendental para muchos y sin tener autorización. Está en lo que hacemos o dejamos de hacer, cada día, bajo el impulso de una decisión pensada o de la emoción de un momento.
Después de varios años de noticias turbias, denuncias que hablan de desfalcos, versiones distorsionadas de la realidad o funcionarios que llegaron por capricho y no por mérito, Medellín se alista para avanzar en el segundo año de la administración que lidera Federico Gutiérrez.
Este período nuevo, que empezó a comienzos de este enero, se convierte en una oportunidad para revisar lo hecho, aportar a lo que viene o ajustar lo que aún es posible, como sucederá, por ejemplo, en este 2025, con el proceso de actualización del Plan de Ordenamiento Territorial (POT).
Al igual que el agua del océano se convierte en la suma de ríos y mares más pequeños, una ciudad es la suma de esas líneas éticas que decidimos cruzar. O no.